domingo, 26 de julio de 2015

La fuerza de voluntad tambien se entrena ( y te cambia la vida)


Diez claves sencillas que si transformas en costumbres pueden convertirse en tus mejores aliadas

La fuerza de voluntad también se entrena (y te cambia la vida)

¿Eres de los que se apunta al gimnasio y luego no va? ¿O tal vez no puedas resistirte a picar entre horas? ¿Te gustaría saber por qué te metes en problemas aun sabiendo que te perjudicarás? ¿O por qué sigues con esa persona que te hace sufrir? Si eres de los que cada primeros de año se propone buenos propósitos que luego no cumples, si te cuesta decir no cuando realmente quieres decir no, esta información es para ti. A mediados de enero solo el 25% de las personas mantiene sus buenos propósitos pero seis meses después esta cifra mengua hasta un 5%. ¿Por qué? Marta Romo, pedagoga y directora de Neuroclick, desvela el misterio: «Para el cerebro es agotador incorporar nuevos hábitos, lo sencillo es continuar con sus rutinas. Entrenar la voluntad es la solución. Difícil pero no imposible», advierte esta experta.
De hecho, la fuerza de voluntad reduce la tasa de ejecución de los impulsos negativos del 70% al 17%. Un estudio de la Universidad de Chicago —realizado por el psicólogo Wilhelm Hofmann (2001)— demostró que cuando las personas ceden a un deseo o impulso, lo ejecutan aproximadamente el 70% de las veces, mientras que cuando se resisten los ejecutan solo el 17%. Es decir, tirar de voluntad frena más del 80% de los impulsos no deseados. No hace falta ser muy observador para detectar la incoherencia del ser humano: una cosa es lo que sabe y dice y otra —a veces diametralmente opuesta— lo que hace: desde fumar, a los malos hábitos alimenticios, a la vida sedentaria o a no usar casco siendo motoristas. «La buena noticia es que como humanos somos libres y la voluntad es la clave para navegar por esas aguas. La ausencia de voluntad hace que cuando tengamos que tomar una decisión nos pueda lo inmediato, que pensemos únicamente en los beneficios presentes y no tengamos en cuenta las consecuencias, o no veamos más allá. Nos hacemos esclavos de nuestros instintos y dejamos de ser libres, porque la mente sin voluntad se anula en la acción», argumenta Marta Romo, autora de Entrena tu cerebro.
En la actualidad, añade Romo, el déficit de voluntad en la sociedad conduce a un gran sufrimiento e incluso a graves trastornos psicológicos, con el agravante de que se trata de un valor con poco protagonismo en la educación. «Preferimos dar caprichos a los niños para evitar que lloren, o a los adolescentes por evitar una discusión. Y lo hacemos con la mejor intención…. Sin embargo, pocas veces nos planteamos las consecuencias a largo plazo y el flaco favor que les hacemos debilitando su fuerza de voluntad».
La fuerza de voluntad o palabras como esfuerzo, disciplina o sacrificio están infravaloradas e incluso penalizadas en la actual cultura de la inmediatez, explica. «Pero las consecuencias son graves para el cerebro ya que la fuerza de voluntad opera como un músculo: se fortalece con la práctica, se fatiga con el uso excesivo o se atrofia con la falta del mismo. Podemos decir que la fuerza de voluntad necesita comer y dormir». Goleman, recuerda esta neuropsicoeducadora, definió la fuerza de voluntad – autorregulación, como la capacidad para diferir o aplazar las gratificaciones de manera racional y consistente, y lo incluyó como uno de los rasgos básicos de lo que todos conocemos como inteligencia emocional. «La ciencia ha demostrado que quienes se han dedicado a cultivar su fuerza de voluntad, han invertido en su educación y en su felicidad».
Un famoso experimento llevado a cabo por la Universidad de Stanford a principios de los 70, el «experimento de la nube» (o malvavisco, o mashmallow), relacionó consistentemente comportamientos impulsivos llevados a cabo a corta edad con deficiencias en el desarrollo de esos mismos niños durante su vida adulta, vinculando la capacidad para aplazar una gratificación (un caramelo, en este caso), con la fuerza de voluntad a lo largo de toda la trayectoria vital. «Desde mi punto de vista, lo realmente interesante de este estudio, además de la fuerza de voluntad, es nuestra capacidad de encontrar estrategias para conseguir lo que realmente queremos», concluye Romo.

La motivación, nuestra gran aliada

Otro psicólogo de la Universidad de Toronto, Michael Inzlicht, ha demostrado que sea cual sea el dominio de nuestro comportamiento, los mecanismos de nuestra fuerza de voluntad mejoran considerablemente cuando nuestra motivación es autónoma o independiente, en lugar de estar presionados o controlados externamente, relata esta experta, quien además recuerda que sin embargo, el fracaso de la voluntad es uno de los problemas centrales de la condición humana. De hecho, añade, «los déficits en la autorregulación se encuentran en un gran número de trastornos psicológicos incluyendo déficit de atención / hiperactividad (TDAH), trastorno antisocial de la personalidad, trastorno límite de la personalidad, adicciones, trastornos de la alimentación y trastornos de control de impulsos». Es más, apunta: «un equipo de científicos formado por Muraven, Gagné y Rosman demostraron en 2008 que si una persona está tratando de regular su dieta o intentando dejar de fumar, las razones o motivos en las que se basa para justificar su esfuerzo influyen en su fuerza de voluntad. Cuando la motivación que subyace a los esfuerzos es autónoma y autoimpulsada, en lugar de controlada externamente, es más probable el logro de metas». Por eso para esta experta, una dieta equilibrada, ciertos permisos, la autonomía apoyada en argumentos poderosos de la persona en cuestión y el refuerzo del entorno social son los elementos cruciales para el desarrollo de la fuerza de voluntad.

Entrenamiento para el día a día

Pero, en realidad, la cosa no es tan negativa como parece. Según Marta, tenemos bastante éxito en resistir tentaciones. «Lo que sucede es que los fracasos destacan más, hacen más ruido en nuestro cerebro». Como ya se apuntaba, la fuerza de voluntad reduce la tasa de ejecución de los impulsos no deseados del 70% al 17%. Aunque son buenas noticias, ese 17% puede causar muchos problemas. Esta experta propone algunas claves para desarrollar la fuerza de voluntad, teniendo en cuenta lo que la neurociencia nos enseña. «Son claves sencillas que si transformas en costumbres pueden convertirse en tus mejores aliadas», dice Marta Romo.
1. Adopta estándares claros de autocontrol. Ten objetivos claros de autocontrol. En ocasiones somos ambiguos, generalistas y mezclamos nuestros propios límites. Esto nos lleva a tener dificultades con la fuerza de voluntad, no tanto porque no seamos capaces, sino porque no lo tenemos claro. Así que cada vez que te plantees un nuevo objetivo, formúlalo de la manera más clara posible, aunque te resulte soso».
2. Presta atención y lleva registros. Tener en mente la conducta que quieres controlar y contabilizarla ayuda y mucho. ¡Nos encantan los marcadores! Las personas comen más y beben más cuando no prestan atención, cuando están distraídas. En contraste, cuando se ponen a dieta a menudo llevan cuidadosos registros de qué comen y cuántas calorías consumen. Comparar la realidad con el estándar es clave para un autocontrol efectivo. Está demostrado que si tienes un 90% de la atención realmente no tienes atención. Es necesario el 100% de nuestra atención para prestar atención. Para tener éxito en tus propósitos, es fundamental el foco. La multiplicidad hace que se pierda foco y nos despistemos.
3. Externaliza y confía tu voluntad en alguien. La atención se focaliza sobre todo con interacción social porque genera cierta tensión y recompensa inmediata cuando consigues tus resultados o los compartes. Así que compartir tus propósitos con los demás te ayudará a aumentar tus niveles de atención. Contar con un apoyo extra es formidable. Encontrar, por ejemplo, a alguien que te motive a ir al gimnasio o que vaya contigo, cuando ese es uno de tus objetivos.
4. Carga tus baterías de voluntad. La fuerza de voluntad se consume al usarla, el descanso y la glucosa, como hemos visto ayudan. Menuda paradoja, para no comer se necesita voluntad, pero para tener voluntad se necesita comer (glucosa). Para cargar tus baterías, toma muy en serio la alimentación, el sueño, la actividad meditativa y no hacer nada.
5. Administra tu voluntad. Como hemos visto, tenemos una cantidad limitada de energía relacionada con el autocontrol. Hay muchas actividades que también drenan esta misma energía, como tomar decisiones o resolver un conflicto. Por lo que el autocontrol puede flojear después de estas situaciones. Así que de vez en cuando, se recomienda darle un descanso a la voluntad, dejar de apretar los controles. Los premios y el refuerzo positivo funcionan.
6. Busca la motivación autónoma. Sabemos que los mecanismos de nuestra autorregulación son favorables a nosotros mismos cuando la motivación es autónoma e independiente, y que estar presionados o controlados externamente bloquea nuestra fuerza de voluntad a largo plazo, ya que nos lo pone más difícil. Hacer este ejercicio de discernimiento para identificar nuestras motivaciones intrínsecas antes de lanzarse por un objetivo es crucial para ponértelo más fácil. Y cuando no las hay, ármate de toda la artillería para combatir las posibles distracciones y dificultades que tú mismo te pondrás.
7. Sal del automático. Como dice Baumeister: «El comportamiento habitual trabaja en piloto automático. Para incrementar el poder de la voluntad, debes sobre-escribir el piloto automático y tomar control deliberado». Como la fuerza de voluntad se ejercita deliberadamente, es interesante que de vez en cuando te salgas de la rutina y busques hacer las cosas de otra manera.
8. Perdona tus errores. Cometer errores es inevitable y humano, pero tu fuerza de voluntad será más fuerte si logras superarlos. El problema es cuando nos quedamos enganchados a través de la culpa, que es muy adictiva, y los vivimos como un fracaso. «Perdonarte a ti mismo por tus errores aumenta la motivación y el compromiso con tus metas», afirma la socióloga y catedrática de la Universidad de Standford y experta en autorregulación, Kelly McGonigal.
9. Identifica las posibles molestias que surgen cuando piensas en tu reto. Seamos realistas, ganar en fuerza de voluntad es incómodo. Anticipar ese posible malestar en forma de pensamientos, emociones o posibles distracciones, te ayuda a desmantelarlos, a estar prevenido antes incluso de que te asalten inesperadamente.
10. Reconoce y acepta tu polaridad. Ese péndulo que todos tenemos y que oscila entre una parte de ti que quiere ser impulsiva y otra que quiere ser reflexiva. Describe los deseos de tus dos partes e identifica cuál es la mente impulsiva que prefiere la gratificación instantánea, la que se queja y la que siempre posterga los buenos hábitos. Este ejercicio te ayudará a reconocer cuándo tu parte impulsiva está tomando control sobre tus acciones para lograr interrumpirla en el momento adecuado.
Fuente del Artículo: abc.es

martes, 21 de julio de 2015

Si tienes un mal día, no lo pagues en tu puesto de trabajo













Llegar todos los días enojado a la oficina, además de generar un nivel de estrés que no beneficia a nadie, provoca un malestar laboral que impacta de forma negativa en tus resultados y en los de tu equipo.
¿Sabías que tener un compañero de trabajo positivo, además de hacer más llevadera la jornada laboral es un acelerador de la productividad? Hace unos años, Pilar Jericó, presidenta de Be-Up, realizó un estudio sobre el funcionamiento de las oficinas bancarias. El 30% de las que obtuvo la calificación de excelente, "coincidía con aquellas que tenían en sus equipos, además de un buen líder, una persona que ayudaba a crear ambiente en el grupo a través del sentido del humor o animándoles a tomar algo después del trabajo".
Parece más que evidente que lo contrario, generar mal rollo, puede tener consecuencias opuestas. Sin embargo, a veces es inevitable. Pasamos muchas horas en el puesto de trabajo y, en el caso de tener jornada partida, hasta comemos o cenamos con nuestros colegas.

Autogestión

Compartir lo bueno y lo malo es parte del juego laboral, y muchas veces las emociones nos superan, porque primero sentimos y luego pensamos. Javier Martín de la Fuente, CEOde la consultora de recursos humanos Persona, recuerda que "no tenemos emociones, ellas nos tienen a nosotros. Lo que se puede hacer es procurar no expresarlo dado nuestro condicionamiento cultural, pero eso no significa que la emoción desaparezca".
Expresar tus emociones en el entorno laboral no es malo, sí hacerlo de manera inadecuada
Evitar que un mal día te desborde desde que pones el pie en la oficina requiere autogestión. José Manuel Chapado, consultor independiente y autor del libro Vértigo, señala que "es bueno expresar las emociones en el trabajo, al igual que lo hacemos en casa o con los amigos. Otra cosa es hacerlo de manera inapropiada o tóxica. Eso no procede ni en el trabajo ni tampoco con la familia o los amigos". Martín de la Fuente asegura que para gestionar la emoción hay que cambiar la interpretación de esa situación: "La herramienta más eficaz es la de re-interpretar las situaciones. Uno de los errores más comunes es querer cambiar nuestras emociones y las de los demás razonando con nosotros mismos o con ellos. Es más eficaz reflexionar sobre lo que estoy interpretando o hacer que los otros reflexionen".
Pero en éste, como en otros casos, lo más aconsejable es prevenir. Si percibes que tienes un mal día y que es muy probable que lo pagues con tus compañeros de trabajo, Jericó recomienda que antes de dejarte llevar "uno de los antídotos más eficaces es pensar en el ridículo que puedes hacer si, a la mínima, reaccionas de manera inadecuada. Pensar en algo positivo o contar hasta diez son algunos de los anclajes que ayudan". También conviene controlar los gestos. Alberto Blázquez, doctor en Ciencias del Deporte y coordinador de Instintos Laborales (LID), advierte de que "comunicamos más por lo que no decimos que por lo que decimos".

Hechos y abusos

Conocerte a ti mismo es clave para controlar tus reacciones. Pero, además, tienes que saber cómo son los que te rodean. Genoveva Vera, coach y experta en liderazgo, cree que "es importante conocer las situaciones o personas que pueden hacerte perder el control. Está comprobado que un profesional que tiene un coeficiente intelectual alto, y uno emocional bajo, es muy probable que se deje llevar por las emociones y, en un momento dado, se bloquee".
Querer cambiar lo que sentimos o sienten los demás es un error, es mejor reflexionar sobre ello
Vera explica que si el empleado comprueba que lo que despierta su enojo siempre es la misma persona o la misma situación, "lo mejor que puede hacer es no entrar en ese juego. En el caso de que sea un compañero, es más que probable que detecte tu botón rojo antes que tú y te haga perder los nervios".
Menciona esta experta al neurólogo Viktor Frankl, quien afirmaba que no se puede elegir que las cosas sucedan, pero sí cómo se reacciona ante ellas. Blázquez añade que "si una persona interpreta el entorno como hostil, no se abre puede llegar a pensar que cualquiera de sus debilidades es motivo para ser atacado".
Como dice Chapado, "una cosa es calmar los ánimos y dejar pasar el momento para que la ira se aplaque, eso es bueno. Otra muy distinta es huir de los problemas y buscar en el trabajo el refugio de un problema que está en casa, o la inversa. Los conflictos se resuelven afrontándolos, negarlos es huir de ellos".





Dónde está el problema o cuando el problema eres tú

Para Alberto Blázquez, doctor en Ciencias del Deporte, uno de los secretos para evitar emociones no deseadas en el trabajo es "no llamar la atención en exceso y actuar en modo de grises. La cuestión no se encuentra en en saber mucho, sino en huir de alardear de lo que sabes". Por otra parte, propone una serie de elementos que, bien gestionados, pueden ayudarte a detectar y gestionar los motivos de tu enojo o de tus compañeros.
  • El conflicto intrapersonal o interpersonal, podría responderse a través de este esquema: detectar los hechos más importantes asociados al problema; buscar las causas; acordar criterios para la toma de decisiones; y localizar las posibles opciones.
  • Registro anecdótico de situaciones estresantes. Indica cuáles te generan mayor ansiedad; y describe los pensamientos, emociones y conductas que se desarrollan antes, durante y después de las mismas.
  • Blázquez propone recurrir a las cinco fuerzas competitivas (Porter, 1979) aplicadas a nosotros mismos para analizar la percepción de amenaza que tenemos ante la llegada de nuevos compañeros; la convivencia con los actuales; la sustitución de nuestra actividad; la relación con los superiores; y la relación con los clientes.
Fuente del Artículo:www.expansion.com