Negarse es necesario para la autoestima, pero a veces cuesta. Aplique fórmulas camufladas
Por: Francisco Gavilán
La mayoría de nosotros ha tenido que enfrentarse alguna vez a una petición a la que no tuvimos el valor de negarnos pese a que contrariaba nuestros más íntimos deseos. O a alguien con autoridad sobre nosotros que nos ordenó algo que sabíamos que debíamos rechazar. O a algún amigo o familiar que nos pidió un favor desmedido que nos sentimos obligados a hacer. Todos hemos vivido situaciones parecidas y hemos sentido la dificultad de decir “no”.
Cuestión de ciencia
Esta dificultad se puso de relieve hace años en el conocido experimento realizado por el psicólogo Stanley Milgram, de la Universidad de Yale. El objetivo de la prueba era medir la disposición de los participantes para obedecer órdenes de una autoridad, aun cuando estas entraran en conflicto con su conciencia. Milgram ordenó a un grupo de estudiantes que aplicaran shocks eléctricos a otro grupo ubicado en otra sala cada vez que no respondieran correctamente a ciertas preguntas. El nivel de las descargas se incrementaba progresivamente a pesar de los gritos de dolor (simulados) de los sujetos examinados. La mayoría de los que infligían este castigo fueron incapaces de negarse cuando el investigador les ordenaba que aumentaran la dosis hasta niveles que podían casi matar a una persona.
Los grandes personajes que lograron algo importante en la vida fueron personas que en vez de decir "sí", dijeron "no"
Aunque la mayoría de la gente, seguramente, no se habrá encontrado en tan dramática tesitura, la dificultad de decir “no” en situaciones cotidianas todavía crea bastante ansiedad en muchas personas que se sienten culpables si dan una negativa a cualquier petición, favor o ayuda que alguien les pida. Lo demuestra el continuo éxito de ventas que tiene desde hace décadas el libro Cuando digo “no” me siento culpable (Debolsillo), del psicólogo clínico Manuel J. Smith, de la Universidad de California, Los Ángeles. Todo un síntoma de que son numerosas las personas que aún necesitan aprender técnicas asertivas para reforzar su propia identidad y facilitarles cómo decir “no” sin sentir culpabilidad cuando la negativa sea la respuesta deseada por ellas.
Freud apuntó en La interpretación de los sueños que el inconsciente no conoce el concepto de la negación o lo negativo. El inconsciente es todo impulso, deseo inmediato satisfecho, libertad. El “no” nunca aparece en su vocabulario. La capacidad para negar, según Freud, debe entonces pertenecer a otra parte de la mente; por eso, muchas veces, resulta difícil decir conscientemente “no”.
Modos de negarse
A la hora de decir “no”, lo más adecuado es no dar excesivas explicaciones porque, de hacerlo, puede parecer que estamos dando excusas.
Además, la principal táctica asertiva es ofrecer alternativas a nuestra negación, basadas en la frase “No, pero…” al estilo de las que propone Adam Grant, profesor de la Wharton Business School.
1. “No puedo hacerte esto ahora; pero, es muy probable que mañana sÍ”.
2. “No puedo satisfacer tus deseos; sin embargo, puedo hacerte esto otro, si quieres”.
3. “Lo siento, pero tengo un compromiso”.
Sin embargo, dar una negativa es un derecho que todos tenemos, y, a la vez, una habilidad que es necesario aprender con la práctica. Decir “no” es una reafirmación de la personalidad y de la propia identidad. “Todos los grandes personajes del mundo que lograron algo importante en la vida fueron personas que, en vez de decir ‘sí’, dijeron ‘no’ cuando recibían propuestas que no coincidían con sus ideales de ética, bondad o crecimiento personal”. Al menos, así lo dejó dicho Spinoza. Si no sabemos negarnos a algo que no deseamos hacer, nos sentiremos incómodos en muchas situaciones. Y, en consecuencia, nos llevará a hacer cosas en contra de nuestra voluntad que, en palabras del psicólogo Tomás Navarro, nos disgustarán y nos hará sentir inferiores por ceder nuestra voluntad a los deseos de los demás y arriesgarnos a ser manipulados y chantajeados.
Con esta actitud, está en juego el respeto que nos debemos a nosotros mismos puesto que afecta a la autoestima. Para protegernos de esta debilidad es básico analizar las emociones que nos impulsan a atender siempre peticiones o favores: miedo a que los demás nos dejen de querer o se enojen; a parecer egoístas o malas personas; a sentirnos culpables; a decepcionar; o a crear un conflicto en la relación personal.
Si somos capaces de eliminar estos miedos, nos sentiremos más valiosos por saber expresar negativas que reforzarán nuestra personalidad.
¿Le gustaría aprender a dar negativas sin arriesgar sus relaciones de pareja, de amigos, filiales o con sus compañeros de trabajo? Resulta perfectamente compatible querer agradar a los demás y defender sus propias opiniones o deseos. Este aprendizaje produce beneficiosos efectos en nuestra personalidad –tal como manifestó Freud–, al tiempo que también evitamos que nos hagan peticiones indeseadas. Poner límites a las demandas de los demás –y a nosotros mismos– nos hace la vida más soportable. Un primer paso es descubrir que existe una gran diferencia entre querer complacer a todas las personas cuando uno no debe y ayudarlas cuando uno puede. Porque lo que sí está claro a estas alturas es que nunca se puede agradar a todos.
Fuente del Artículo:elpais