lunes, 25 de noviembre de 2019
Por qué ser polímata te hará enfrentar el futuro con éxito
Las nuevas generaciones dominan cada vez más múltiples conocimientos llevando las cosas de un dominio a otro. Tú deberás hacerlo porque el mundo está en evolución constante y necesitas adaptarte el cambio.
Hoy en día ya no es suficiente saber mucho, sino que hay que saber expresar, aplicar y combinar los conocimientos adquiridos. En este contexto se vuelve imprescindible encaminar nuestra formación profesional hacia varios focos diferentes pero convergentes entre sí, que deben cruzarse en puntos concretos, que nos permitan que el conocimiento nuevo que vamos adquiriendo potencie y complemente los conocimientos anteriores. No tenemos que saber un poco de muchos conocimientos diversos, sino bastante de pocos conocimientos conectados en un nexo común o nodo.
Entonces, ¿cómo identificamos si estamos realizando una diversificación de conocimientos concéntrica? La clave reside en detectar los nodos de nuestro know how o saber hacer y ver cuáles son los conocimientos que puedo conectar a ellos que agreguen valor y aumenten nuestra expertise.
“Mamá de grande quiero ser polímata”. Según la Real Academia Española, ser polímata es la capacidad de abarcar muchos conocimientos diversos. En la antigüedad el polímata era muy valorado por cantidad de conocimiento que tenía de diversas áreas, pero con el avance de la tecnología, donde todo lo que queremos saber está a la distancia de un click, ¿cómo se redefine este perfil?
¿Se nace o se hace? La polimatía es una habilidad que se desarrolla constantemente. El primer paso es salir de la actitud experto y ponerse en la actitud de lifelong learning o aprendizaje continuo. Citando a Edgar Morin, filósofo y sociólogo francés, “el conocimiento es la aventura incierta que conlleva en sí misma y permanentemente el riesgo de la ilusión del error”.
Morin habla de que el conocimiento no se puede considerar como una herramienta ready made a utilizar sin examinar su naturaleza, sino que el riesgo que se toma al intentar reducir la incertidumbre especializándose en un tema, radica en que todas las verdades esconden una posibilidad de error. Esto vuelve esencial nuestra capacidad de cuestionar la realidad desde diversos puntos de vista y poder analizarla interconectando varios saberes para poder ser productores de conocimiento.
En un futuro cada vez más automatizado, en donde la información se encuentra al alcance de todos, el mercado va a demandar gente capaz de resolver problemas complejos con pensamiento crítico, creativo y ágil. La actitud de aprendizaje continuo debe estar enfocada en interconectar y desarrollar multiperspectivas de un mismo área de conocimiento, es decir, conectado con los nodos que anteriormente definimos. La solución a estos problemas complejos y la producción de conocimientos innovadores va a surgir cuando se hagan dialogar de manera fluida las ciencias, profesiones y habilidades.
¿Cuál es el secreto detrás de la capacidad de interrelacionar el conocimiento? No basta con absorber más y más teoría, sino que hay que buscar tener experiencias diversas que nos permitan desarrollar las habilidades para aterrizar, aplicar e interconectar este conocimiento.
“Los analfabetos del siglo XXI no serán aquellos que no saben leer y escribir, sino aquellos que no puedan aprender, desaprender y re aprender”, dijo Alvin Toffler, escritor de La tercera ola, icono de la revolución digital.
Vivir aprendiendo es el perfil del nuevo profesional y viene de la mano de la posibilidad de tener varias experiencias laborales, participar de voluntariados, organizaciones, becas, programas, intercambios, viajes y todo lo que sea posible participar y adquirir del entorno que permita poner en práctica y conectar lo aprendido para crear nuevas ideas a partir de las ya adquiridas.
Entonces, ¿qué habilidades determinan a un polímata? Podemos resumirlas en dominar conocimientos diversos pero concéntricos, cuestionar la realidad manteniendo una actitud de aprendizaje continuo y generar experiencias para aplicarlo e interconectarlo. Esto nos trae creatividad, resiliencia y polivalencia. Escoger un camino no significa abandonar otros, pero no sirve acumular conocimientos y experiencias diversas sin tener claro cuál es mi nodo a desarrollar. Con base en esto, puedo definir cuál será mi próximo paso.
Fuente del Artículo:https://www.entrepreneur.com
Antes de actuar, ¡define el problema!
Por:Con la colaboración de
07 feb 2019
Henri Bergson decía que «en filosofía, el problema bien planteado es un problema resuelto». Me parece fundamental esta afirmación, ya que, si es cierto que el desarrollo de un proceso de innovación es clave, también lo es el punto de partida. Y desde mi punto de vista éste ha de ser un problema detectado.
La definición de innovación lleva implícita la utilidad de sus resultados, es decir, que el producto, proceso, estrategia de marketing o modelo que se defina tenga utilidad para el grupo poblacional al que va dirigido. Para que esto suceda parece claro que este grupo ha de percibir un beneficio, es decir, que resuelva un problema o satisfaga una necesidad. Por eso me parece tan importante poner el foco en el concepto de “problema”.
Un problema, al menos del tipo que a nosotros nos interesan, no puede tener una solución única. En ese caso estaríamos hablando de una Tautología, propia de la lógica formal, y no de un problema con efectos reales y, además, con soluciones diversas. Sin embargo, esta distinción implica una reflexión interesante.
Dice Kant que el sistema (el mundo, simplificando) real es producto del orden dispuesto por el sistema conceptual. En cierto modo tiene razón, nuestro entorno, la realidad socializada en que vivimos y que se fundamenta, en gran medida, en la red de relaciones que creamos y los principios éticos y económicos que nos rigen, sufre un efecto de retroalimentación constante: por un lado tenemos una serie de principios, querencias y deseos que hacen que tomemos decisiones en este sistema que es la sociedad, y por otro lado esta vida social fija en nosotros una serie de deseos y principios que nos rigen en nuestro día a día.
Si yo pertenezco a grupos anticapitalistas, con un concepto de la sociedad muy concreto y de la justicia muy concreto, no me pareceré en nada a grupos de ideología liberal que tienen una idea de sociedad completamente distinta. Para determinados grupos poblacionales, con sistemas muy concretos y definidos, existen siempre problemas subjetivos que no tienen otros, pero que para ellos son importantes, y se entienden comprendiendo su sistema conceptual.
Por eso es fundamental comprender los problemas sobre los que estamos trabajando si queremos desarrollar innovaciones de verdad útiles y relevantes para los grupos objetivo. Y, como es obvio, debemos también, y previamente, comprender a esos grupos para descubrir esas necesidades que requieren solución.
He hablado de la subjetividad de los problemas, pero no siempre es así. Aunque es cierto que hay una serie de problemas, muchos e importantes, subjetivos, también existen los problemas objetivos. Otra cosa es que la solución sí pueda ser subjetiva y, como vengo diciendo, cultural.
Pensemos por un momento en la Pirámide de Maslow. Recordemos que los niveles más bajos tratan de definir las necesidades fisiológicas (comer, descansar…) y de seguridad (física, en el empleo…), en el nivel medio se habla de necesidades de afiliación (amistad, intimidad…) y en los niveles altos se centra en las necesidades de reconocimiento (confianza, respeto, éxito…) y autorrealización. Parece evidente que los niveles bajos tienen un componente de objetividad mayor: necesitamos comer y dormir, eso es innegable. Del mismo modo, cuando vamos elevándonos por la pirámide aumenta la subjetividad: la autorrealización es un concepto muy subjetivo que cada uno lo interpreta como cree conveniente.
Todo esto muestra la importancia de comprender adecuadamente los grupos objetivos de nuestra innovación, para comprender hasta qué punto el problema que estamos trabajando es el adecuado.
Ahora bien, ¿qué es un problema? Básicamente es aquello que queremos resolver. Es una incógnita que necesitamos responder porque consideramos que nuestro bienestar personal (físico, emocional, ético…) va a mejorar con esa resolución. Es cierto, y en esto coincido con Luis Pérez Breva, que cuando empezamos nuestro proceso de innovación no es necesario partir de un problema cierto, identificado e indiscutible, podemos empezar perfectamente por una suposición, la intuición de que existe un problema y empezar a caminar desde ahí.
Ya dije en un anterior artículo que una de las funciones claves de un innovador es lidiar con los “espacios en blanco”. Lo que sí hemos de tener claro es que en algún momento del proceso hemos de disponer de un problema cierto. Para Pérez Breva las características de un problema real son:
—Ha de ser solucionable: “Existe al menos una solución al problema y probablemente más”.
—Ha de ser reconocible: “Podemos hacer tangible el problema, la solución o lo que la solución debería hacer posible”.
—Ha de ser verificable: “Hay una forma de decidir si la solución verdaderamente resuelve el problema”.
Como se ve, los criterios de validación de un problema para Pérez Breva son básicamente a posteriori, o que redunda en el hecho de que podemos comenzar a trabajar en base a supuestos problemas, como he dicho antes.
Sea como fuere, hemos de tener claro que un problema tiene una serie de partes que hemos de tener en cuenta: la incógnita, los datos y la condición.
1.-La incógnita es en sí lo que hemos de resolver, lo que hemos de conseguir. Es el resultado que se pide. Si hablamos de problemas matemáticos la cosa parece bastante clara: la incógnita tiene una única solución, ¿pero y si hablamos de problemas sociales, personales, económicos, de ocio? En este caso, la incógnita es subjetiva, es decir, está determinada por la necesidad subjetiva del sujeto, del grupo poblacional. “Tengo un problema, tengo frío”, se puede traducir por “¿cómo puedo conseguir dejar de tener frío?”. ¿Qué he de hacer para despejar esa incógnita, para que el sujeto deje de tener frío?
2.-Los datos son el contexto, es el entorno objetivo en el que se desarrolla el problema, en el que el grupo poblacional tiene la necesidad. Es el terreno de juego y pone límites a nuestras soluciones. No es igual decir que se tiene frío en una ciudad como Madrid a decirlo en Ulán Bator, capital de Mongolia, y no sólo porque las condiciones climáticas son distintas, que también, sino porque el entorno social, económico, tecnológico, legal o ético también lo es y esto limita nuestra respuesta.
3.-La condición es en este caso las limitaciones que pone el propio sujeto, el grupo poblacional. Son limitaciones generalmente de tipo subjetivo que, al igual que los datos, limitan las soluciones al problema. Gustos, limitaciones presupuestarias, modas del grupo, principios éticos o religiosos personales, todo eso influye a la hora de definir la solución al problema.
Por todo lo dicho hemos de ser conscientes de que no todos los problemas son interesantes para trabajar o sobre los que innovar.
Primero porque en ocasiones trabajamos sobre problemas que en realidad no son relevantes para el sujeto, aunque sí lo pueda ser para nosotros. Segundo porque no tenemos en cuenta esas condiciones y contexto en las que se desarrollan, lo que nos impide tener una visión global y cierta del problema, sino que nos acercamos a él de una manera sesgada y perdiendo gran parte de esa información que es fundamental para tener un buen enfoque y construir una buena solución.
En posteriores artículos continuaré hablando de la importancia de una buena definición del problema, así como de un modelo de innovación que tiene a ese problema como punto de partida.
Fuente del Artículo:https://es.weforum.org
¿Por qué cada persona te trata cómo lo hace?
¿Te has preguntado alguna vez por qué la gente te trata de una forma determinada y no de otra distinta? Además cada persona lo hace de una forma diferente al resto. La respuesta es tan sencilla como que cada uno de nosotros proyectamos la manera en la que queremos que nos traten.
POR
VANESA MATESANZ-
Nos guste o no, lo cierto es que cada uno de nosotros mostramos una faceta diferente de nuestra personalidad delante de cada persona con la que nos relacionamos. En los negocios es exactamente igual: cada cliente o cada empleado nos ve de una forma distinta aunque, obviamente, seamos la misma persona.
Por eso debemos cuidar sobremanera la forma en la que proyectamos hacia el exterior nuestra energía y carácter. A través de signos totalmente inconscientes para nosotros, las personas que nos ven nos catalogan de una forma u otra. Si quieres agradar a un cliente importante, aunque no te caiga demasiado bien, debes proyectar la energía y el lenguaje no verbal adecuados.
Para una buena gestión de nuestra empresa es necesario tener este tipo de factores totalmente controlados, porque pueden jugarnos una mala pasada. Recibimos lo que damos, al menos casi siempre. Si quieres recibir un trato exquisito de un cliente, empleado o jefe, debes corresponderle de la misma forma desde el principio. Sencillo y complicado a la vez.
Fuente del Artículo:https://forbes.es/life/
¿Cómo lidiar con gente tóxica en el trabajo?
Las personas tóxicas suelen ser competentes e inteligentes, pero que cuentan con la capacidad de articular un discurso negativo.
20-11-2019, 6:25:11 AM
Por:RACIEL SOSA
La primera característica de una persona tóxica es que tiene una mala relación consigo misma. Normalmente, se trata de personas que tienen una serie de conflictos internos que las están viciando, y que las llevan a vivir una tormenta en su interior. Y, por ende, tienen una gran capacidad de influir de forma negativa en el ambiente laboral. Tienen una manera negativa de ver las cosas, sienten que todo está mal, a cada solución le encuentran un problema, se quejan mucho y acaban por contaminar a otros; terminan por influir negativamente en el ánimo de las personas que las rodean.
¿Qué es lo que detona a la gente tóxica?
Lo que detona es un estimulo. Todos los días enfrentamos diferentes situaciones y estamos propensos a tener estímulos.., el tráfico, un cambio de lugar en el trabajo, cambios en el equipo, etc. Frente a ello, las personas tóxicas tienen la capacidad de encontrar en cada estimulo un aspecto negativo. A pesar de que hay contextos que para todos pueden resultar negativos, lo cierto es que existen otros que pueden ser neutrales o, inclusive, positivos, y estas personas le ven el lado negativo a todo y se encargan de difundirlo, “ensuciando” la mente de todos los que están a su alrededor. Cualquier estimulo lo califican como una catástrofe, encuentran siempre ese pequeño ángulo que puede ser visto como la contraparte, tienen gran facilidad para encontrar el lado b de cualquier iniciativa. Y lo cierto es que normalmente suelen ser personas competentes e inteligentes pero que cuentan con la capacidad de articular un discurso negativo con facilidad y de encontrar probabilidades negativas,
¿Cuáles son las implicaciones?
La primera es que estas personas normalmente influyen negativamente en el ánimo de la organización, es decir lo que se conoce como clima organizacional. El clima no es más que el estado de ánimo de una empresa, de un grupo de personas, por lo que estas personas son como esas “nubes oscuras” que tapan el sol y que hacen que caiga una tormenta dentro del estado de ánimo de la gente de su entorno. Esto hace que el área de trabajo se convierta en un lugar poco amable, poco agradable; un lugar donde la gente no quiere estar y busca, inclusive, un traslado o un cambio de compañía.
Pero, ¿qué puede hacer un líder desde “su cancha” frente a un colaborador tóxico?
- Identificar que no es una percepción sino que, en realidad, se trata de una persona que intoxica el ambiente.
- No confundir el tema del resultado con el de la calidad de la relación. Es muy común que haya personas tóxicas que dan buenos resultados; la toxicidad es un tumor de la relación.
- Crear métricos relacionales dentro de la organización; es decir, así como hay métricos para dar resultados también debe de haber métricos para medir las relaciones, para medir el clima organizacional de la empresa; y cuando medimos el clima organizacional de un área nos damos cuenta que existe una recurrente situación de incomodidad, empezamos a ver que la gente renuncia, que pide un cambio de área, .. y eso se da, justamente, por cuestiones relacionales. Hasta que no lo midamos, no lo podemos controlar
- La intervención; es decir, una vez se detecta que existe un problema de clima organizacional y toxicidad dentro del ambiente laboral y hay una persona que lo genera, hay que buscar alternativas de solución. Algunas son relativamente sencillas porque la primera es hacer consciente a la persona de lo que genera y eso a veces con un proceso de retroalimentación y una evaluación de 360 grados lo podemos resolver. Pero hay casos donde se requiere un coaching, que consiste en que un profesional de la conducta de los seres humanos le dé una guía, tenga charlas con esa persona, para hacerle ver sus lados ciegos. Y, en casos extremos, puede ser un tema medico, ligado a padecimientos químicos, que es lo que le provocan estados de ánimo muy cambiantes y extremos.
Las estadísticas señalan que al menos entre el 10% y 15% de la plantilla de una empresa es gente tóxica.
La toxicidad es un virus que se va contagiando dentro de una organización hasta convertirla en tóxica. Ya no se trata de una persona nada más, sino que son muchas las personas que están bajo ese estado de ánimo, malhumorados, enojadas con la empresa, enojados con el de al lado, con el cliente, con el proveedor…
En conclusión, el impacto negativo de tener gente tóxica en la organización es muy grande. Inclusive, cabe mencionar que, a veces, la persona tóxica es el Líder del equipo, lo cual es aún más grave, ya que, además de ser tóxico, tiene autoridad.
Fuente del Artículo:https://www.altonivel.com.mx
Suscribirse a:
Entradas (Atom)