La experiencia en general está sobrevalorada. En concreto, el tipo de experiencia en el que la mayoría de las personas está pensando cuando usa esta palabra, está muy sobrevalorada. Hablaré de “experiencia tradicional” para referirme en lo sucesivo a este tipo concreto de experiencia porque, como vamos a ver a continuación, hay distintos tipos de experiencia y el valor de cada uno de ellos es también distinto. Veamos cuáles son:
Experiencia tradicional
El motivo por el que tantas personas valoran la “experiencia tradicional” es que mucha gente sigue anclada todavía en paradigmas del pasado, en concreto, en modelos mentales en los que la experiencia sí tenía un valor muy superior al actual.
Hasta hace solo unas pocas décadas, la mayor parte de los trabajos era de naturaleza esencialmente manual. En este contexto, cuando la calidad del resultado de una actividad depende de la destreza o de la habilidad manual, la experiencia importa.
En las actividades con un fuerte componente manual, sean éstas profesionales o no, la práctica, entendida como repetición, es el principal camino hacia la mejora. Por ejemplo, tocar el violín, jugar al baloncesto o tapizar sofás son actividades cuyos resultados suelen mejorar con la práctica.
Por tanto, es lógico esperar que, cuando se trata de una actividad manual, a más experiencia, mejores resultados.
Por otra parte, casi siempre es necesario, o al menos deseable, un mínimo de experiencia para prácticamente cualquier actividad. Pasar del conocimiento teórico al conocimiento aplicado precisa de experiencia. Esta es una realidad que todos conocemos ya que, cuando empezamos a hacer algo nuevo por primera vez, generalmente lo hacemos peor que cuando lo hemos hecho varias veces, es decir, que cuando hemos adquirido cierta experiencia haciéndolo.
El problema es que el valor que aporta la “experiencia tradicional” se ve rápidamente afectado por la ley de los rendimientos decrecientes, es decir, que cada nueva unidad de experiencia que se añade a la experiencia ya existente aporta un valor menor que la unidad anterior.
La consecuencia de aplicar la ley de rendimientos decrecientes a la “experiencia tradicional” es que, una vez llegamos a un cierto nivel, la experiencia adicional, por mucha que sea, no aporta prácticamente ningún valor a la ya existente.
Experiencia diversa
La “experiencia diversa” es el resultado de cambiar intensidad por amplitud, es decir, reducir la intensidad de la experiencia en un campo o actividad concretos y ampliar el número de campos o actividades en los que se tiene experiencia.
La principal ventaja de la “experiencia diversa” frente a la “experiencia tradicional” es que es más eficiente en el uso de nuestros recursos, ya que minimiza el impacto de la ley de los rendimientos decrecientes. Si en lugar de seguir incrementando la experiencia en un campo o actividad en el que la “experiencia adicional” va a aportarnos ya muy poco valor, invertimos ese tiempo y atención en otros campos o actividades, el valor de nuestra experiencia total aumentará.
Por ejemplo, imaginemos dos personas con 15 años de experiencia trabajando en una organización. Una de ellas ha trabajado los 15 años como comercial. La otra, empezó trabajado 5 años como técnico, instalando y reparando los equipos que fabrica la organización. Luego pasó otros 5 años trabajando en atención al cliente. Finalmente, lleva 5 años trabajando como comercial. ¿Cuál de las dos personas cuenta con una experiencia más valiosa?
Experiencia complementaria
La “experiencia complementaria” es la que se obtiene cuando “la experiencia diversa” abarca campos o actividades que están relacionados entre sí, de tal forma que contar con experiencia en cada uno de ellos aumenta considerablemente el valor de la experiencia que se tiene en los otros, ya que se producen sinergias.
Por ejemplo, uno de los mayores retos que me encontré durante mi etapa profesional en Recursos Humanos, fue cubrir una posición concreta para una nueva unidad de negocio que acabábamos de crear. Se trataba de una posición de “Bioinformático”, es decir, necesitábamos una persona con un doctorado en Biología que dominara con soltura el manejo de grandes bases de datos (tipo Oracle) y que además contara con una base sólida de experiencia en Estadística. Tardamos casi 10 meses en encontrar una persona con este tipo de experiencias complementarias. ¿Cuánto crees que vale este tipo de experiencia?
Experiencia competencial
La “experiencia competencial”, junto con la “experiencia complementaria”, son las dos experiencias que van a ser más valiosas en un futuro a muy corto plazo. Me atrevería a apostar que la “experiencia competencial” aún más que la “experiencia complementaria”.
El valor de la “experiencia competencial” reside en que además del valor intrínseco de la experiencia en sí, posibilita la rápida incorporación de nuevas experiencias en tiempo récord. Esto es así porque se ha logrado convertir la adquisición de experiencias diversas o complementarias en un hábito, por lo que cada nueva experiencia es más fácil de incorporar que la anterior.
Por ejemplo, una persona experta en programar que aprende un nuevo lenguaje de programación cada par de años, además de seguir utilizando los que ya conoce. Esta persona no solo cuenta con el valor de la experiencia programando en los lenguajes que ya sabe, sino que ofrece un valor adicional, tan importante o más que el anterior, que es la capacidad para aprender a programar en un nuevo lenguaje de forma casi inmediata. En otras palabras, aprender nuevos lenguajes de programación es para ella un hábito, es decir, ha desarrollado una competencia que consiste en “adquirir rápidamente experiencia en programar con nuevos lenguajes”.
En una ocasión, cuando era el Director de Formación de HP Servicios, necesitaba una persona que me desarrollara una herramienta web en un trimestre. La herramienta tenía que desarrollarse, por una serie de razones, en ASP. De los muchos candidatos con experiencia en ASP que entrevisté, no me convenció ninguno. Sin embargo, sí que me convenció uno de ellos que no sabía programar en ASP, aunque sí programaba en media docena de lenguajes distintos. Durante la entrevista, le pregunté si sería capaz de aprender el suficiente ASP en un mes como para desarrollar con un mínimo de calidad y rapidez una herramienta web sencilla. Me dijo que sí. Le dije que iba a parar temporalmente el proceso de selección y que en un mes le haría una prueba práctica para que me demostrara lo que había aprendido de ASP. Si lograba pasar la prueba, el puesto sería suyo. Pasó un mes, hizo la prueba y la superó. ¿Cuánto crees que vale esta experiencia?
Conclusiones
La llegada del trabajo del conocimiento ha supuesto una revolución en múltiples campos. Pocas cosas son lo que eran hace tan solo unas décadas. La experiencia es una de ellas.
En un mundo en constante cambio, el valor se llama adaptabilidad. En consecuencia, tu experiencia vale en la medida que aumenta tu adaptabilidad. Por eso, tener mucha o poca experiencia, si es sobre una única cosa, es cada vez más irrelevante para el trabajo del conocimiento.
La experiencia es indispensable porque sin experiencia no hay conocimiento aplicado. Pero una vez superado este umbral de experiencia, la ley de los rendimientos decrecientes hace que tenga poco sentido seguir aumentándola.
En su lugar, la diversidad de experiencias, idealmente a través de experiencias complementarias o, mejor aún, el desarrollo de una “experiencia competencial”, son los tipos de experiencia que van a ser realmente valiosos, ya que el valor de la experiencia ha cambiado.
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