Hay que aprender a hablar para prevenir que una diferencia de opiniones evolucione a un auténtico desacuerdo.
Por:Marcela Hernández y Hernández
Nada más común en una relación humana que las diferencias de opinión. Cada uno de nosotros somos únicos, irrepetibles y sobre todo responsables de elegir nuestra forma de pensar y actuar. Ahí radica la belleza de compartir el tiempo y el espacio con los demás.
El problema está en que, así como nuestras diferencias nos permiten obtener nuevas perspectivas y enriquecer nuestra forma de ver el mundo, también pueden ser la fuente de las más graves y desagradables discusiones. Aquellas que se encargan de asesinar una relación y enterrarla en el pasado.
Un desacuerdo no es sinónimo de discusión, aunque desafortunadamente así nos han enseñado a verlo. Stephen R. Covey lo define como la mentalidad bipolar: estás conmigo o estás contra mí. El ser humano está acostumbrado a formar dos bandos y tiende a colocar el suyo del lado del “bien”.
Las personas con mentalidad bipolar sólo ven rivalidad, nunca competición sana. Nosotros contra ellos, mi religión contra tu religión, mi cultura, mis preferencias, mi equipo de futbol, mi partido político, mi área en la empresa versus la tuya... y así podríamos seguirnos toda la columna.
Una discusión puede convertirse en un asunto de vida o muerte. Por eso, la clave es transformarlas en conversaciones productivas que, en lugar de destruir relaciones, las fortalezca. Aquí cinco consejos para lograrlo:
1. Aprende a hablar poniendo más énfasis en la relación
Una de las mayores trampas de una discusión es la falsa creencia de que alguna de las dos partes tiene que ganar, por lo que inmediatamente tomamos una postura defensiva para evitar ser la parte perdedora.
Cambia tu postura defensiva e individualista por una que te haga más sensible y consciente de la relación y del impacto que la discusión tendrá en ella. Así podrás ver de manera objetiva el desacuerdo, y hasta descubrir que tiene muchísima menos relevancia que la relación y que entonces no hay necesidad de vencer a nadie, sino de conservar el vínculo.
¿En qué tipo de observador te conviertes si te colocas en un lugar en donde lo que importa es la relación? ¿Qué tipo de pensamientos y acciones se generan desde este lugar? Seguramente serán muy diferentes a los de mantener una actitud defensiva.
2. Enfócate en los hechos
Lo ideal es plantear las cosas como si estuviéramos haciendo una crónica de la situación, centrándonos en los hechos y no en los juicios. De esta manera evitaremos engancharnos en nuestras emociones y desviar la comunicación.
Lo que sea que te moleste de la otra persona, velo como características y no como defectos. Evita los sustantivos y busca reemplazarlos por verbos que sugieran un cambio o mejora: hagamos, evitemos, resolvamos, etcétera.
3. No busques tener la razón
Si vas a entrar en una conversación acalorada, no pelees por tener la razón, sino por lograr que ambas partes piensen lo que les conviene pensar. Lleguen a la conclusión de cuál es la postura que necesita la relación, no la que necesita cada uno.
¿Qué es lo que realmente les conviene pensar para el bien de todos?
4. No te precipites
Roma no se hizo en un día. Si en una primera conversación no consiguen resolver sus diferencias o generar una conclusión conveniente, es posible que necesiten tomar un poco de distancia y tiempo para que ambas partes tengan la oportunidad de cuestionar sus propias posturas y reflexionar las ideas del otro.
La falta de paciencia y ansiedad por resolver las cosas pueden ser muy corrosivas para la relación.
5. La pregunta clave
Antes de engancharte en la frustración por no salirte con la tuya y tomar una decisión en función de ella, piensa en una última opción.
En su libro “La 3ª Alternativa”, Stephen R. Covey plantea una pregunta que nos permitirá trascender la zona en la que se estanca el conflicto: ¿Estás dispuesto a buscar una mejor solución que la que hemos encontrado cada uno por separado?
Recuerda que nuestras conversaciones nos definen. Si soy una persona que dice lo que piensa y actúa lo que dice, los demás me verán como alguien congruente; si cuido mis palabras y no me apresuro en hacer juicios sobre los demás, seré percibido como alguien prudente; si mis conversaciones son agresivas y unilaterales, demostraré ser alguien cerrado o rígido.
La calidad de tus relaciones es directamente proporcional a la calidad de tus conversaciones. Si en cada desacuerdo estás dispuesto a entrar en una discusión, es muy probable que tus relaciones pierdan bonos, mismos que te serán necesarios para utilizarlos en los momentos más críticos de tu vida; aquellos en los que el apoyo de los demás se vuelve imprescindible.
Antes de entrar en una discusión, piénsalo dos veces.
Fuente del Artículo:entrepreneur.com
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