jueves, 27 de octubre de 2016

5 pasos de inteligencia emocional para controlar tu ira


No saber expresarse en la oficina es sinónimo de conflicto. Aquí te explicamos como la inteligencia emocional puede ayudarte a conocerte y... controlarte.

5 pasos de inteligencia emocional para controlar tu ira

03-12-2014
Por:Alejandro Medina

David es un joven excesivamente proactivo en su trabajo. Siempre obtiene los mejores resultados y tiene una gran visión a futuro, sin embargo, sufre de un gran problema: no sabe expresarse y siempre termina en conflicto con sus compañeros.

Esta situación ha escalado a tal grado que ya ni siquiera su equipo de trabajo se encuentra a gusto con él, y sus grandes capacidades están comenzando a verse opacadas por las constantes peleas que está teniendo en la oficina.

¿Tiene solución David? ¿De verdad sus pocas habilidades de comunicación pueden llevarlo de la punta más alta de la compañía hasta la puerta de salida?

Un problema de reacción
Quizá el mayor error que David ha cometido en esta etapa de su vida laboral, es no saber cómo comunicar sus molestias ante sus compañeros y sobre todo no saber reaccionar de forma positiva antes las críticas que pudieran realizar a su trabajo.

Este joven podría pensar que es el único que sufre por este tipo de cuestiones, sin embargo, este problema no sólo está en su sangre, que lo lleva a explotar, sino también en el torrente de decenas de trabajadores de las empresas en México.

El hecho de no saber expresar inconformidades es un mal bastante serio que afecta considerablemente los ambientes laborales de las compañías, es por eso que cuando se detecta debe ser tratado de la mejor manera posible para evitar que pueda convertirse en una enfermedad crónica.

Pero David no está del todo desprotegido, ya que existen una serie de habilidades englobadas en un termino sencillo que sin duda pueden llevarlo a evitar que este tipo de comportamientos sigan saliendo de su cuerpo y provocándole problemas.

Fortalece ya tu inteligencia emocional
Si bien cambiar de la noche a la mañana sería algo imposible, conocer a detalle lo que es la inteligencia emocional y poner en práctica sus preceptos, podría significar un avance increíble que lo llevaría incluso a volver a los primeros planos de su empresa.

La inteligencia emocional agrupa distintas habilidades psicológicas que permiten apreciar y expresar de manera equilibrada nuestras emociones, para entender a los demás y formar a partir de ahí nuestro comportamiento.

En su interior se encuentran cinco dimensiones que si se completan de forma adecuada nos permitirán comunicarnos de manera más efectiva con nuestros compañeros de trabajo y evitar esos conflictos que tanto daño hacen a nosotros y a las empresas en las que colaboramos y Katia Villafuerte Cardona, profesora del Tecnológico de Monterrey, campus Santa Fe, y especialista en Psicología Organizacional, las explica a detalle a AltoNivel.com.mx

Primera dimensión: Conócete a ti mismo
La primera meta que se tiene cumplir para terminar con esos terribles problemas de comunicación que tienen personas como David, es el conocimiento de sí mismos. ¿Utopía? ¿Quién se conoce a profundidad y totalmente? 

La experta se refiere a saber perfectamente cómo reaccionará tu cuerpo ante un momento complicado o de frustración y cuál es la actitud que tomarás directamente, sin pensar, para enfrentar este tipo de sucesos.

“Necesitamos saber perfectamente cuál es la reacción que adoptaremos en distintos escenarios de nuestro día a día, conocer por qué nos ‘hierve la sangre’ para poder, en una etapa posterior, atajar este tipo de problemas”, comenta Villafuerte.

Segunda dimensión: Aprende siempre a controlarte
Una vez que las personas ya conocen a detalle cómo es que su cuerpo se comporta, es hora de comenzar a establecer un plan personal para intentar contener la ira o molestias que se generan y poder mantener un contacto cordial con los compañeros de trabajo.

No se trata de decir siempre que sí a todo, sino de tratar de enfocar nuestros esfuerzos en no responder de forma agresiva, tratar de escuchar y contestar sin agredir a nuestros pares.

Los colaboradores de las empresas que sufren de este tipo de problema deben de ubicar perfectamente cuáles son sus fortalezas y debilidades para poner tener una mayor conciencia de sus capacidades.

Tercera dimensión: Encuentra tus metas y motívate
Consiste principalmente en enseñar a nuestro organismo a dirigir su comportamiento a cumplir con una meta. El hecho hará que nuestros objetivos se posiciones por encima de cualquier tipo de reacción negativa que nuestro cuerpo pueda tener.

“Si sabemos a dónde vamos podremos hacer las cosas con mayor optimismo y tendremos la mente cerrada a malas actitudes que puedan afectar nuestro desempeño”, señala Katia Villafuerte.

La motivación puede hacer que los colaboradores enfoquen completamente su energía en completar una determinada meta, cosa que los alejará de momentos que generen tensión.

Cuarta dimensión: Entiende y respeta a los demás
A diferencia de lo que pasa con las tres primera dimensiones de la inteligencia emocional, en este cuarto paso ya no dependen las cosas de uno mismo, sino que por primera vez también se requiere de involucrar al ambiente de trabajo.

“Este punto tiene como tarea principal el lograr la capacidad de reconocer, entender y ayudar a quien lo necesite, aunque sea distinto a mí”, explica la experta.

La idea es que la gente se de cuenta de que no debe ver las cosas únicamente desde su propia perspectiva, sino que existen siempre otras opiniones que tienen igualmente un origen importante para los demás.

Quinta dimensión: Influye en los otros con tus mensajes
Finalmente este proceso para mejorar la comunicación entre colaboradores, como es el caso de David, culmina con el desarrollo de capacidades que no se queden únicamente en el entender a los demás, sino incluso en influir en ellos.

Ya que la persona comprendió la importancia de saber debatir sus ideas sin mostrar enojo por los comentarios que le realicen, llegará la hora de convertirse incluso en catalizadores del cambio, impulsando estos pasos en otras personas que también los necesiten.

El objetivo de todo este proceso es tener claramente en la cabeza cómo se debe de mandar un mensaje, tomando como un valor importante la forma de ser de las personas, sus creencias y origen.

Si bien resulta sumamente difícil que las personas desarrollen todas estas dimensiones en un 100%, la idea es que las personas que las requieren a la brevedad, puedan practicarlas constantemente hasta lograr que los detonantes dejen de afectarnos y terminen con nuestra vida laboral.

¿Alguna vez haz explotado en tu trabajo? ¿Cómo haz hecho para evitar confrontarte con tus compañeros? ¿Cuáles son las razones que motivan el que la gente explote durante un diálogo?

Fuente del Artículo:www.altonivel

Cuando la inteligencia es una amenaza en la pareja


Cuando la inteligencia es una amenaza en la pareja

Por: 

¿Preferimos compartir nuestra vida sentimental con alguien más brillante socialmente que nosotros? Muchas mujeres parece que no tenemos demasiado problema en estar con una pareja más exitosa socialmente. Incluso, es un gran atractivo. Pero ¿y los hombres? Pues depende, depende de la seguridad en sí mismos que tengan. A algunos la inteligencia de una mujer les atrae y a otros les supone una amenaza aunque no lo reconozcan. En el primer grupo parece estar George Clooney, quien reconoce abiertamente que su esposa es más inteligente que él. O Juan Roig, presidente de Mercadona, quien dijo que pasó de ser un estudiante gris a un buen estudiante en la universidad gracias al talento de su futura pareja, Hortensia Herrero, a la que quería impresionar. Sin embargo, para otros la brillantez de la mujer es un peligro a la autoestima, como se observó en un curioso experimento de la psicóloga Lora Park y su equipo de la State University of New York en Buffalo.
Se pidió a un estudiante que hiciera un examen en matemáticas y en lenguaje. Cuando supo su nota, también conoció la que había obtenido una bella y atractiva compañera que estaba sentada en la mesa de al lado. Cuando él conseguía mejor resultado, se acercaba y comenzaba a mostrar interés romántico, es decir, “intentaba ligar” en términos de andar por casa. Sin embargo, “curiosamente” cuando su nota era inferior a la de su compañera, el pobre chico se mostraba poco interesado en ella e, incluso, llegaba a alejar su silla. Todo ello son reacciones no meditadas, porque el inconsciente protege la autoestima y esta también se refuerza en la comparación con el resto.
Tanto hombres como mujeres tenemos miedo a no sentirnos queridos, a que nos rechacen nuestras parejas o nuestro entorno. Para evitarlo, inconscientemente nos hemos construido un rol de lo que tenemos que ser: tengo que tener mucho éxito, he de ser muy guapa, muy buena madre o muy simpático. Cada cual tiene su propia “neura”, que se acentúa con el nivel de seguridad en uno mismo. Cuanto más inseguro sea un hombre, menos atracción sentirá por una mujer más brillante que él para formar pareja o más tenderá a bombardear sus éxitos con mil y unas excusas: minusvalorándolos, haciéndole sentir culpable o prefiriendo otro tipo de mujer para compartir su vida. Por eso, no es de extrañar que Sheryl Sandberg, directora de operaciones de Facebook y considerada una de las mujeres más poderosas del mundo, diga que una decisión crucial para una mujer que quiere ser directiva es saber escoger un marido que la apoye (por supuesto, esto también es viceversa).
¿Y qué hacer si sentimos que nuestra pareja tiene más éxito socialmente que nosotros? Lo primero de todo, las personas cambiamos. Uno a priori no sabe cuál va a ser el éxito que va a conseguir el otro. Por ello, si de repente el otro ha logrado un resultado extraordinario, hemos de comprender que la pareja es un equipo y mientras uno brilla en algo, el otro lo hace en otra cosa. Cuanto más cambie el término “yo” por “nosotros”, menos comparación existirá y más conseguirá reducir los conflictos internos, como demostró Rebecca Pinkus, psicóloga de la Universidad de Sydney.
Segundo, dentro la pareja no se ha de hacer constante automarketing de lo que se ha conseguido. Además de resultar aburrido, es poco práctico y un signo de falta de autoestima. No significa esconder los éxitos propios, sino poner en valor lo que el otro consigue… Además, tampoco hay darle demasiada importancia al éxito. Ya sabemos que es tremendamente pasajero.
Y tercero, rodearse de talento es un estímulo, como le ocurrió a Juan Roig. Por ello, si quieres tener éxito, busca personas que lo tengan, que sean ambiciosas y que trabajen para conseguirlo. No olvidemos: somos animales sociales, dependiendo de con quién estemos construiremos también nuestro carácter. Y una pareja es un gran estímulo y un gran reto para nosotros mismos.
Fuente del Artículo:elpais.com

sábado, 8 de octubre de 2016

Por qué es mejor no tener un jefe simpático





Un jefe mirando con una especie de lupa


Sydney Finkelstein
BBC Capital
15 septiembre 2016

Todo el mundo quiere tener un jefe que lo trate bien, que te respete a ti y a tu trabajo, te rete a ser mejor y desee verte desarrollándote como profesional y líder.
Sin embargo, hay demasiadas personas que ven a un jefe duro y llegan apresuradamente a la conclusión de que se trata de un tirano.
Y esto es lo que esas personas no entienden: sólo porque alguien es amable no quiere decir que sea un buen patrón.

He visto a muchos jefes que se ufanan de que son exigentes, pero en demasiados casos lo que quieren es ser apreciados por los empleados.

Además, quieren que se hable bien de ellos, que sus subordinados sean sus "amigos".
Ese tipo de jefe tiene miedo de fijar objetivos de rendimiento muy altos y de retar a su personal a cumplirlos y sobrepasarlos, porque cree que si lo hace su estima podría disminuir.

Como consecuencia baja sus expectativas, a veces sin darse cuenta. En esos casos, no es de extrañar que el rendimiento flaquee.
Exigencia y resultados
Algunos de los mejores líderes que he visto, ya sea en investigación o capacitación, van a su trabajo enfocados ferozmente en obtener resultados.

Steve Jobs
Después de todo, las grandes estrellas del mundo empresarial no llegaron a donde llegaron a fuerza de sonrisas.

A esos enormemente exitosos jefes no les importa mucho caer bien. Sus expectativas son impactantes y no negociables, y sus equipos lo saben.

Tomen el ejemplo del gurú inmobiliario Bill Sanders.

"Todo el mundo sabía que Bill exigía resultados", dice Ronald Blankenship, expresidente del fondo de inversiones inmobiliario Verde Realty y socio de Sanders desde hace mucho tiempo. "Si ibas a trabajar con él, tenías que estar preparado para hacer de eso tu foco principal".

Esos grandes líderes no tienen miedo de imponer su ley. No dudan ni por un solo instante.
Y, paradójicamente, su dureza, acompañada de su fidelidad a las visiones únicas e inspiradoras que profesan, muchas veces genera apreciación.

De hecho, producen algo más grande que una simple estima entre la mayoría de los empleados. Es un respeto profundo, lealtad, incluso amor.
Por supuesto, ser duro no significa ser ofensivo.

¿Tienes el "síndrome del jefe simpático"?

¿Cómo saber si has caído en el "síndrome del jefe simpático" o amable? Plantéate estas preguntas y lleva un registro de tus respuestas afirmativas.

¿Has cambiado en el último año tus expectativas por alguien más de una vez, luego de su fracaso en su intento por alcanzar los estándares que habías impuesto?

¿Has fallado en el último año en la tarea de hacer un seguimiento y castigar malas conductas?
¿A veces le das bonos o algunas compensaciones especiales a los empleados, incluso si no han cumplido sus objetivos, solo porque se "esforzaron"?

¿No fijas objetivos claros, significativos para los miembros de tu equipo? Los objetivos claros son específicos, medibles, y tienen plazo. No así los que son vagos.

¿Tiendes a reservarte comentarios negativos por temor a molestar o enajenar a alguien?

¿Al dar feedback negativo, notas que lo suavizas?

Un jefe rompiendo un papel que dice

¿Qué prefieres, un jefe simpático o uno que saque lo mejor de ti?

¿Te ven tus jefes o colegas gerentes como blando y excesivamente condescendiente?

¿Tienen las personas que trabajan para ti una tendencia a quedarse dormidos en sus laureles cuando logran algún éxito?

Si respondes afirmativamente a tres o más de esas preguntas, es posible que estés sufriendo del síndrome del jefe simpático.

¿Qué hacer?
Si ese es tu caso, es hora de que cambies tu forma de pensar si pretendes que se te respete, y no simplemente que caigas bien:
Lleva un "registro de expectativas", estableciendo perspectivas de rendimiento para cada miembro de tu personal, tus observaciones diarias en curso sobre su rendimiento y cualquier acción que has tomado para hacer cumplir esas expectativas.
En cada uno de tus informes, revisa los objetivos que fijaste. ¿Son lo suficientemente ambiciosos y agresivos? ¿Son claros y cuantificables? No los rebajes simplemente porque alguien no puede cumplir un objetivo.

¿Hay alguna forma de "ludificar" las expectativas de rendimiento y hacerlas públicas o transparentes entre tu equipo? Hacerlo puede fomentar una competencia más sana y hacer más difícil que eludas la necesidad de hacer rendir cuentas al personal.
Un jefe dando instruccionesImage 

Ensaya dar feedback negativo: evita emocionarte y limítate a los hechos. Advierte que ese comentario negativo se aproxima para que no sea una sorpresa. Concéntrate en cómo hacer las cosas mejor la próxima vez, en vez de simplemente criticar el pasado.

Puede que los jefes "agradables" o "buenos" se sientan bien consigo mismos, pero no consiguen resultados de la más alta calidad. Los jefes exigentes sí los logran.

Y si trabajas para un jefe amable, no te quedes demasiado contento y satisfecho con lo que estás haciendo y los resultados que estás obteniendo.

Si no estás mejorando en lo que haces, aprendiendo y desarrollándote en el proceso, no solo te vas a mantener en el mismo punto, sino que te estás quedando rezagado.

En el mundo empresarial moderno -donde la competencia puede llegar en cualquier momento de cualquiera y de cualquier parte- sólo lo suficiente no es la fórmula para tener éxito.

Fuente del Artículo: bbc.com

sábado, 1 de octubre de 2016

Aceptar las cosas como son



Un sufrimiento humano muy común es desear que las cosas sean distintas a como son
Sin renunciar al progreso, es necesario asumir que hay situaciones y personas que no cambian
El reto es aceptar lo que nos toca vivir y trabajar para restablecer el equilibrio

Por:FRANCESC MIRALLES

Aceptar las cosas como son

Una de las fuentes de sufrimiento más comunes en el ser humano es el deseo de que las cosas sean distintas a como realmente son. Cuando un país pasa por una grave crisis, la población mira atrás y desea que todo fuera como antes, un antes que en su momento no se valoraba porque parecía aburrido o bien había otras aspiraciones.

Lo mismo sucede con las relaciones interpersonales. Quien tiene por pareja a alguien silencioso desearía un carácter dicharachero, y este último pondrá de los nervios a quien convive con él un día tras otro. ¿Por qué anhelamos siempre lo que no tenemos?

Hay vida antes de la muerte; disfrútala” (Eduard Punset)

Nuestra forma de vida está tan basada en el cambio y el progreso, que a menudo valoramos negativamente la estabilidad sin saber cuál sería la alternativa.

La insatisfacción es lo que permite el progreso de la ciencia, las artes y todo lo que tiene que ver con la sociedad, pero cuando se vuelve crónica en nuestro día a día deja de ser un estímulo para teñir de negatividad nuestra vida.

PARA VER EL OTRO LADO
Aceptar las cosas como son

Aceptar las cosas como son
ILUSTRACIÓN DE ALBERTO VÁZQUEZ

UN LIBRO

– ‘Amar lo que es’, de Byron Katie (Urano).

Tras haber pensado en el suicidio, este libro traslada a ejemplos cotidianos el proceso de interrogación de la autora a través de un método denominado “el trabajo” para amar cada cosa y cada persona por lo que es y tal como es.

UNA PELÍCULA

– ‘El lado bueno de las cosas’, de David O. Russell.

Este filme trata de las segundas oportunidades. Su protagonista, tras pasar ocho meses encerrado por agredir al amante de su esposa, decide afrontar su vida y sus relaciones con una actitud positiva.

UN DISCO

– ‘Places’, de Lou Doillon (Barclay).

La hija de Jane Birkin ha grabado un álbum notable que gira en torno a la identidad, las dudas y la dificultad para encajar en el mundo. Destacan ‘Devil or angel’ y la irónica y conmovedora balada ‘Real smart’.

Hay personas que, instalados en la queja y la amargura, molestan a los demás –y a sí mismos– de forma totalmente estéril porque de nada sirve señalar lo que no funciona sin ofrecer soluciones.

Madame Bovary dio nombre a lo que el filósofo Jules de Gaultier denominaría “bovarismo”. Se trata de un estado de insatisfacción permanente a causa del desnivel entre las propias ilusiones y la realidad. Sin abogar tampoco por el conformismo, si nuestras aspiraciones se hallan siempre a gran distancia de lo que tenemos, jamás alcanzaremos la serenidad. Como el burro que persigue la zanahoria, podemos pasar la vida entera esperando “algo mejor” para descubrir al final que ya lo teníamos y no habíamos sabido verlo.

Los manuales de psicología han puesto de moda el verbo procrastinar, que significa postergar aquello que deberíamos hacer hoy. Un aplazamiento que también se produce en un nivel existencial. Muchas personas postergan la felicidad hasta que cambie la situación que están viviendo. Se convencen de que cuando encuentren un trabajo mejor o la pareja ideal, por poner dos ejemplos, se darán permiso para disfrutar de la vida. Sin embargo, este planteamiento tiene un fallo de origen y es que nada resulta como esperábamos una vez que lo conseguimos.

Lo que ocurre es que muchas personas cuando llega el momento tan largamente esperado o deseado sufren una desilusión; entonces fijamos nuevos objetivos esperando que una vez alcanzados llegue, esta vez sí, el premio definitivo. Sin embargo, esto no acostumbra a suceder, ya que más que insatisfacciones existen las personas insatisfechas.

 Del mismo modo que nos resulta difícil aceptar las cosas como son, también nos cuesta aceptar a los demás, ya que su forma de pensar y reaccionar nunca coincidirá con nuestras expectativas.

Al hacer un favor a un vecino, nos duele si no obtenemos el mismo trato por su parte cuando lo necesitamos. En el ámbito laboral, a menudo consideramos que los compañeros no cumplen con sus tareas, y el jefe o la jefa es un ser inútil que está dinamitando la empresa.

A veces debes conocer al otro realmente bien para darte cuenta de que sois dos extraños” (Mary Tyler Moore)

En esta clase de pensamientos está el punto de partida de la mayoría de conflictos interpersonales. Al esperar que los demás se comporten de determinada forma les estamos negando el derecho a su identidad. Además, al enfadarnos por estas diferencias obviamos algo muy importante: ser o actuar de modo distinto a nosotros no tiene por qué ser negativo.

Afortunadamente, cada persona tiene una combinación única de defectos y virtudes. Podemos aceptar su singularidad y sacar partido de las cosas buenas que nos ofrece o bien enrocarnos y señalar al otro como enemigo.

“A veces debes conocer al otro realmente bien para darte cuenta de que sois dos extraños” (Mary Tyler Moore)

En 2002, Byron Katie publicó un libro orientado a acabar con la insatisfacción personal: Amar lo que es. Basado en aceptar y reconocer el valor de lo que configura nuestro entorno, no se trata de resignarse a lo que hay, sino de amar nuestras circunstancias para mejorar desde ese punto de partida.

Esta autora norteamericana sostiene que “la realidad es siempre más amable que las historias que contamos sobre ella” y que cualquier enfado que tengamos con los demás es, en el fondo, algo de nosotros mismos que nos molesta. Por eso mismo desearíamos cambiarlos, porque resulta más fácil exigir la transformación del otro que la de uno mismo.

Convencida de que “lo que provoca nuestro sufrimiento no es el problema, sino lo que pensamos sobre el mismo”, en su best seller propone que la persona insatisfecha se entregue al “trabajo”, que empieza con estas dos fases:

1. Plasmar en el papel lo que no nos gusta. Tomar una situación o una persona que nos desagrada y especificamos quién o qué provoca nuestra tristeza, qué es lo que no nos gusta y cómo debería ser para que estuviéramos satisfechos.

2. Indagar en el problema a través de estas cuatro preguntas:

a) ¿Es eso verdad?

b) ¿Tienes la absoluta certeza de que eso es verdad?

c) ¿Cómo reaccionas al tener este pensamiento?

d) ¿Quién serías sin él?

Byron Katie sostiene que ante un pensamiento negativo solo tenemos dos opciones: o nos apegamos a él o indagamos para comprenderlo. Esa última actitud y una relación constructiva con nuestro entorno nos llevarán a un plano superior.

Señor, concédeme serenidad para aceptar lo que no puedo cambiar, valor para cambiar lo que sí puedo y sabiduría para reconocer la diferencia”
(Reinhold Niebuhr)

Una anécdota que se menciona en los talleres de superación personal tiene como protagonista a un violinista que en pleno concierto en Nueva York vio cómo se rompía una de las cuatro cuerdas de su violín. En lugar de detenerse, decidió adaptar la melodía a las otras tres cuerdas, algo realmente difícil con este instrumento. Cuando le preguntaron por qué había elegido esa opción, respondió: “Hay momentos en los que la tarea del artista es saber cuánto puede llegar a hacer con lo que le queda”.

Sin duda, la realidad nos pone a prueba y a menudo estamos expuestos a circunstancias indeseadas. La cuerda rota del violinista tiene su equivalente, en la vida cotidiana, en situaciones con mucho menos público, pero más dolorosas. En lugar de lamentar nuestra suerte, podemos preguntarnos qué es lo que nos queda y qué podemos hacer para restablecer el equilibrio en nuestra vida. Para que vuelva a sonar la música, no obstante, es necesario aceptar las cosas como nos ha tocado vivirlas, ya que son un reto y un aprendizaje. Al mismo tiempo, en lugar de buscar culpables, debemos aceptar a los demás y no fijarnos en su cuerda rota, sino en las otras tres que siguen sonando.

 Fuente del Artículo: elpais.com