viernes, 30 de diciembre de 2016

Las puertas que abre ser alguien de trato fácil



Sonreír, mantener la discreción, o ayudar a los demás. Claves para ser alguien agradable con quien todos desearán relacionarse


Las puertas que abre ser alguien de trato fácil

/ANNA PARINI

En inglés se llaman easy going persons. En castellano se podría traducir como personas flexibles, de trato fácil con las que puede relacionarse cómodamente. Todos tenemos en mente a alguien así: dan los buenos días con una sonrisa sincera, se ofrecen y prestan ayuda, hablan con un tono y volumen conversacionales, son discretos y apetece estar con ellos.

Hablo a todos de la misma forma, ya seael basurero o el presidente de la universidad
ALBERT EINSTEIN


Mostrarse relajadamente le llevará a disfrutar más. Las relaciones que establecemos pueden llegar a ser una fuente de satisfacción o todo lo contrario. Uno está a diario en contacto con otros, desde la pareja a los hijos, pasando por los compañeros de trabajo, el personal que le atiende en una ventanilla o el taxista que le lleva a su destino. De ahí la importancia de tener alrededor a gente de trato fácil y poder entrenarse para ser uno de ellos. Es difícil tener una vida de la que se sienta orgulloso y feliz si no la disfruta. Y si las relaciones sociales son estresantes, su vida también estará llena de tensiones.

Los hombres y mujeres agradables son gente con la que apetece contar y compartir el tiempo de ocio, se les tiene en cuenta para planificar un viaje, una barbacoa o tomar un café relajado, y se convierten en un modelo al que le gustaría parecerse. ¿Por qué? Porque su presencia le hace sentir bien y relajado.

Cambiar nuestra forma de ser es posible. Huya del “yo soy así” y entrene los puntos que aparecen a continuación. Es imposible fallar en todos. Puede que necesite trabajar unos cuantos. No se agobie. Los cambios requieren el deseo de renovarse, planificarlos, pasar a la acción, entrenarlos a través de la repetición y tener paciencia con ellos. Interprete con benevolencia. Si tiene alguna duda de la intención de un comentario o de la acción de alguien, es mejor que le pregunte antes que decidir que lo ha hecho o dicho para fastidiarle. Si piensa que los demás tienen malas intenciones, no se dará cuenta de lo bueno que puedan hacer por usted.

Expectativas positivas. El “piensa mal y acertarás” solo le lleva a anticipar que la gente le va a fallar. ¿Usted falla a los demás, es poco fiable, deshonesto, mentiroso? No, la mayoría de nosotros somos personas de bien. Nos equivocamos y cometemos errores, pero no suelen ser intencionados. Yo creo que ese refrán lo inventó el mismo que dice que “cree el ladrón que todos son de su condición”. Lo que esperamos de los demás condiciona el trato que tenemos con ellos. Si espera cosas buenas, será amable, sonreirá, dará tiempo, se sentirá tranquilo, confiará. Pero también ocurrirá lo contrario. Si espera que le fallen se fijará más en detalles negativos. Está claro que alguien en algún momento de nuestra vida va a ser injusto con nosotros. Pero sacar conclusiones de que todo el mundo será igual es un sinvivir. No es fácil relacionarse con personas desconfiadas porque nos hacen sentir deshonestos.

Busque relacionarse con personas con una escala de valores parecida. Esto le allana el camino y le facilita las relaciones. Las personas parecidas nos facilitan el trato. Las similitudes permiten anticiparnos y estar en una zona confortable. Relacionarse con clientes de otras culturas o con valores distintos genera un sobreesfuerzo, porque lo que usted entiende que está bien, a otros les puede parecer un disparate. Hay culturas en las que los comerciantes no entienden que no se les regatee, y clientes que se sienten incómodos cuando tienen que pactar el precio. Por eso, ser parecidos nos convierte en personas de trato fácil con ese grupo de gente.

Flexibilidad. ¡Qué difícil es mantener una relación tranquila con alguien terco e inflexible! La capacidad de adaptación es una conducta inteligente y requiere flexibilidad. Transigir no es una debilidad. Ceder es tener empatía y reconocer que la opción del otro también es una buena opción. Si consiente, los demás también lo harán. Pero si no es capaz de adaptarse a los planes de los demás y se ofusca cuando no se sale con la suya, nadie querrá contar con usted porque supondrá una barrera para las prioridades del equipo o de otra persona. La flexibilidad mejora mucho la comunicación y facilita el entendimiento.

Dulzura. La dulzura se encuentra en el volumen, el tono, en la expresión facial, en las palabras que elige o en su mirada. Las personas dulces proyectan una calidez sincera. Su expresión facial invita a devolverles una mirada o sonrisa iguales. Su manera relajada de pedirle algo hace que se sienta valorado y querido. La dulzura es la mejor rival de la agresividad y del trato seco.

Transparencia. Guarde un as en la manga para los trucos de magia, pero no para relacionarse con los demás. Hable, exprese cómo se siente, qué le ocurre o lo que le preocupa. Hágalo con naturalidad. Las personas que hablan de sí mismas con naturalidad nos parecen cercanas. Por el contrario, hay personas que parecen misteriosas y que esperan que los demás adivinen lo que les pasa. Es gente que no nos hace sentir cómodos.

Deje la seriedad para las emergencias. No es sinónimo de responsabilidad. Sea divertido y desenfadado. Relacionarse con personas serias a veces es incómodo. No provoca un ambiente relajado y distendido en el que los demás se sientan con confianza para ser ellos mismos.

La flexibilidad mejora la comunicación y facilita el entendimiento

Trabaje su expresión facial y sus gestos. La sonrisa invita al otro a sonreír, y los demás le interpretan como una persona asequible, relajada y abierta a relacionarse. Sonreír es gratis y le abrirá muchas puertas. No mire por encima del hombro, ni levante el dedo acusador. La naturalidad a la hora de expresarse de forma agradable requiere un entrenamiento. Si ha decidido sonreír más, lo normal es que al principio su gesto risueño no le salga con toda la naturalidad del mundo. Pero concédase un tiempo.

Sea un tipo divertido y páselo bien. Cuanto más disfrute de la vida y más desarrolle su sentido del humor, mayor satisfacción y bienestar tendrá. No es atractivo ni grato relacionarse con personas rencorosas, envidiosas y victimistas. Lo mismo que hace ahora puede realizarlo con más diversión: ponga música, sea creativo, caricaturice la situación y recuerde emociones positivas que le hagan sentir vivo durante un momento de estrés. Hay muchas maneras de cambiar su estado emocional. No permita que las situaciones ni otras personas le superen y le sumerjan en la apatía y la rabia. Modifique su mundo y se transformará usted.

Escuche y preste atención. Nos gusta relacionarnos con las personas que se interesan por nosotros y nos escuchan. Haga sentir bien a los demás prestándoles atención, reforzando las pasiones del otro, valorando sus progresos, elogiando detalles, desde la ropa que llevan a su último logro laboral. Deje la crítica y los consejos no pedidos. Se trata de pasar un buen rato, no de dar lecciones a otros.

La forma en que ves a la gente es la forma en la que la tratas, y la forma en la que la tratas es en lo que se convierte
GOETHE

Pregunte e interésese por los otros. A las personas les gusta hablar de ellas mismas y se sienten a gusto cuando se les da la oportunidad de contar sus cambios, su vida en pareja, el futuro de sus hijos, intereses, el trabajo… No sea el protagonista de las conversaciones. No necesita tener una relación íntima con la persona para interesarse.

Sea servicial, que no servil. Haga favores gratuitos, de esos que salen de uno con la única finalidad de ayudar y contribuir al bienestar de otra persona. No mida, actúe en función de su corazón, valores y sentimientos. Las personas serviciales se ofrecen: “¿Puedo ayudarte en algo?”. No se trata de estar al servicio de los demás y perder espacio para nosotros. Pero también hay que olvidarse de vez en cuando de uno mismo para pensar en qué y cómo puedo contribuir y prestar ayuda. Busque el término medio para tener tiempo para todo.

Mejor tener paz que tener razón. ¡Qué tranquilidad da poder permitirse no justificar todo, no tener que argumentar las ideas para sentirse comprendido y qué relax para cualquier intercambio, sobremesa o conversación! Las personas que siempre quieren llevar razón son agotadoras. Muestran con orgullo sus conocimientos, argumentos y se creen en posición de la verdad. No es agradable conversar con ellos.

Sea discreto, sobre todo con la información de otros. En este mundo de cotilleo en el que muchos viven la vida de los demás por no vivir la suya propia, se ha terminado por convertir el hablar de otros en algo normal. La indiscreción y la imprudencia le alejan de las relaciones de confianza. No hable de la vida privada, chismes o intimidades de nadie, y menos sin haber pedido permiso. No espere que le digan: “Esto no lo cuentes”. Coja la costumbre de no hacerlo.

Dice un proverbio del libro Cómo ganar amigos e influir sobre las personas, de Dale Carnegie: Si quiere coger miel, no pegue puntapiés a la colmena. Esperamos ser bientratados porque forma parte del respeto que merecemos y porque nos hace sentir especiales. Pero este deseo debe acompañarse de comportamientos recíprocos y bidireccionales.

Fuente del Artículo: elpais



miércoles, 30 de noviembre de 2016

CUATRO PASOS PARA TUS METAS LABORALES


En lugar de enfocarte sólo en lo urgente debes preocuparte por lo necesario, dicen expertos; fijar dos o tres metas relevantes y no tratar de abarcar muchas al mismo tiempo es la clave.



por: IVONNE HERNÁNDEZ

CIUDAD DE MÉXICO (CNNExpansión) -
Más de la mitad de las jornadas de trabajo se dedican a cosas urgentes y no a las importantes, es decir, aquellas metas que permiten marcar la diferencia como profesionista, advirtió José Gabriel Miralles, CEO del Instituto FranklinCovey para Latinoamérica.
Sentirse bien con la actividad profesional es una emoción que sólo reconocen cuatro de cada 10 empleados, según cifras de la firma Kelly Services. La insatisfacción laboral, sin embargo, no es culpa exclusiva de los jefes. El profesionista debe tener claro su rumbo laboral y qué necesita.
"A veces el instinto nos dice que mientras más metas tengamos es mejor, pero es todo lo contrario: mientras más objetivos tengas, la posibilidades de cumplir con excelencia se reducen", explicó Miralles.
Cuando se pasa a una nueva tarea sin concluir otra, el tiempo necesario para terminar el trabajo importante se incrementa un 25%. Las personas deben definir objetivos y dar seguimiento a dos o tres aspectos del trabajo a partir de tener claras las prioridades para que no haya desgaste ni decaiga el ánimo, dijo.
José Miralles junto con Sean Covey, Chris McChesney y Jim Huling, es autor del libro "Las 4 Disciplinas de la Ejecución", que propone los elementos esenciales para hacer un cambio de conducta y, así, ser asertivo a la hora de fijar prioridades y trabajar en ellas a fin de concretar una meta.
Los siguientes puntos son un buen inicio para enfocarse en lo importante y dejar de concentrar la mayor energía en lo urgente. Es posible aplicar los pasos a nivel de organización y personal.
1. Enfocarse en lo crucialmente importante. Si la persona se concentra en menos podrá lograr más. Hay que empezar por seleccionar una o máximo dos metas relevantes, en lugar de buscar hacer mejoras significativas en muchas áreas al mismo tiempo. Esto se define como meta crucialmente importante (MCI). No saber hacia a dónde dirigir las acciones y por qué se diluyen los esfuerzos son síntomas de falta de enfoque.
El objetivo con esta actividad es cambiar de tener un conjunto de objetivos mal definidos y difíciles de entender, a una pequeña serie de ‘blancos' posibles de alcanzar.
2. Actuar sobre las medidas de predicción. Algunas acciones tienen más impacto que otras para conseguir el objetivo previamente definido. Hay que identificar qué cosas tienen mayor peso para lograr una meta. Un caso: cambiar a un empleo mejor es el objetivo clave, lo siguiente es identificar acciones concretas para conducir a realizar ese propósito más rápido.
Los autores ejemplifican con el objetivo de bajar de peso: en ese caso, las medidas de predicción pueden ser tener un límite de calorías por día y una cantidad específica de ejercicio a la semana.
Los actos planteados deben ser predictivos, así se puede prever los resultados que se conseguirán al poner esas acciones en marcha.
3. Crear un tablero de resultados convincente. Las personas actúan diferente si tienen un marcador, es decir, algo que permita observar el avance en el cumplimiento de un objetivo.
No se trata de crear una herramienta complicada, puede funcionar hacer un cuadro donde se escriba en qué acciones prestar atención (vinculados a la meta), a qué logros enfocarse o bien qué cambios son necesarios para seguir el camino hacia la meta.
Por ejemplo, si el objetivo es conseguir un ascenso y eso requiere dominar el inglés, hay que incluirlo en el tablero y hacer revisiones para medir el avance en el tema. Ese cuadro debe estar a la vista, no guardado en el cajón. La visibilidad genera la rendición de cuentas, explican los autores.
4. Establecer una cadencia de rendición de cuentas. Esto se resume en establecer fechas para evaluar qué resultados se han conseguido en los compromisos establecidos para cumplir una meta.
Puede hacerse una revisión cada semana y responder a preguntas como ¿qué cosas de esta semana tendrían un mayor impacto para lograr mi meta? 
Comprometerse a cumplir propósitos semanales ayuda a los equipos a generar un plan de ejecución semanal "justo a tiempo" y a dedicar la energía a las metas cruciales sin detenerse a los imprevistos que surjan.
Fuente del Artículo:expansion.mx

domingo, 13 de noviembre de 2016

Si tú cambias, todo cambia



Nuestros pensamientos crean en gran medida nuestras experiencias, ya que en un nivel inconsciente podemos tender a facilitar aquello que esperamos que suceda.

Si tú cambias, todo cambia

ANNA PARINI

Acostumbrados a seguir los cambios del mundo a través de las noticias, podemos llegar a creer que las cosas que suceden son totalmente ajenas a nosotros, y que lo único que podemos hacer es adaptarnos a las circunstancias. Si son adversas, entonces solo cabe aguardar que cambien. Esta espera de tiempos mejores obvia un hecho relevante: cada persona, con sus pensamientos y actos, tiene un notable poder para configurar su realidad.


Como reza una ley del mítico Hermes Trimegisto, “si tú cambias, todo cambia”. En nuestras manos está decidir nuestras expectativas y el tipo de relación que establecemos con el mundo, lo cual acaba definiendo en gran parte cómo será nuestra vida. En un nivel inconsciente, nuestra mente guía nuestros actos para ayudar a que aquello que creemos que sucederá pueda hacerse realidad. Por consiguiente, aquella persona que está convencida de seducir a alguien o de realizar una venta, por poner dos ejemplos, tiene una probabilidad mucho mayor que quien tiene la expectativa opuesta.

Es lo que el sociólogo Robert K. Merton llamó profecía autocumplida. Nuestra conducta está condicionada por lo que prevemos que sucederá. Así, tomando uno de los ejemplos anteriores, el comercial que está seguro de poder cerrar la venta actúa con una serenidad y convicción que dan la confianza necesaria al cliente para aceptar el trato, mientras que quien se programa esperando el fracaso actuará de forma dubitativa y nerviosa, transmitiendo ese mismo mensaje al comprador, que se pondrá a la defensiva.

En su libro ¿Y tú qué crees?, Eva Sandoval explica de este modo cómo actúa nuestra programación para el éxito o el fracaso: “Hay muchas personas que no ven satisfechos sus deseos, que viven un proyecto fallido tras otro, que, pese a hacer terapia, leer libros y asistir a seminarios, sienten que están como al principio. Llegan a pensar que tienen mala suerte, que les falta algo que otros tienen… Sin embargo, su suerte raramente cambiará a no ser que tomen conciencia de las creencias limitadoras que condicionan su vida”.

PARA SABER MÁSSi tú cambias, todo cambia
Si tú cambias, todo cambia
ANNA PARINI
Libro
¿Y tú qué crees?
Eva Sandoval (Urano)

Un manual muy directo y práctico para cambiar la propia caja de creencias y potenciar el poder personal a través de la conciencia y de una nueva mirada sobre el mundo.

Algunas de estas creencias limitadoras, ocultas en el inconsciente pero activas, serían:

- No merezco que las cosas me vayan bien.

- Hay otras personas mucho más capacitadas que yo para esto.

- Si lo consigo, los demás me envidiarán y perderé su aprecio.

Hay innumerables mensajes de autoboicoteo como estos que condicionan lo que decimos y hacemos y que, por tanto, nos procuran resultados negativos. No obstante, si tomamos conciencia de ellos, tenemos la oportunidad de cambiarlos y, de este modo, dar un giro a nuestro destino.

Hay dos maneras básicas de abordar nuestra existencia: en clave de carencias (aquello que nos falta) o en clave de oportunidades (aquello que se nos ofrece). Según donde fijemos la mirada, estaremos facilitando que suceda una u otra clase de cosas.

Según el escritor y conferenciante Brian Tracy, “uno no obtiene en la vida lo que quiere, sino lo que espera. Nunca podemos alzarnos por encima de las expectativas que tenemos de nosotros mismos. Y la buena noticia es que podemos construir las nuestras propias. Una actitud de expectativa positiva es la marca de la personalidad superior”.

Un enfoque favorable sobre los acontecimientos implica no solo confiar en uno mismo, sino también en la disposición de los demás para colaborar con nosotros y ayudarnos en nuestro camino.

Detrás de muchas experiencias de fracaso está la profecía autocumplida de que no encontraremos apoyos para lo que nos hemos propuesto o, peor aún, que el resto del mundo hará lo imposible para intentar frenarnos. Pero antes de que eso suceda, la mente inconsciente ya se encarga de dinamitar el camino hacia la consecución de nuestra meta. Así, podemos decirnos a nosotros mismos y a los demás: “¿Lo ves? Ya te decía yo que pasaría”.

Esta actitud de autoboicoteo es inconsciente, por lo que basta con darnos cuenta de que operamos a través de ella para dar la vuelta a nuestra programación. Tal como afirma Brian Tracy en su libro El camino hacia la riqueza, “como solamente usted puede dominar sus pensamientos, se encuentra en total control de su vida. Si desea cambiarla en el plano exterior, solamente tiene que ponerse a trabajar para cambiar su interior. Según las leyes universales de la mente, en la medida en que su mundo interior cambie, el mundo exterior también cambiará para adaptarse al primero”.

Un relato tradicional glosado por Paulo Coelho cuenta que Abel y Caí­n llegaron a un gran lago y se acercaron a la orilla para contemplar sus aguas.

–Aquí dentro hay alguien –comentó Abel a su hermano, sin darse cuenta de que estaba viendo su propio reflejo.

Cuando abro mis ojos al levantarme cada
mañana, no me encuentro ante el mundo, sino ante infinitas posibilidades de mundos”
COLIN WILSON

Puesto en alerta por si se trataba de alguna criatura amenazadora, Caín levantó su bastón y se asomó a las aguas. Al ver que la imagen hacía lo mismo, permaneció muy quieto esperando el golpe.

A su lado, Abel miraba su propia imagen en el lago, que le regaló una sonrisa. Eso le provocó una carcajada, y el ser del lago hizo lo mismo.

Al alejarse de allí, cada uno de los hermanos se fue con una experiencia opuesta. Caín se decía: “¡Qué violentos son los seres que viven en el lago!”

Por su parte, Abel pensaba: “¡Qué lugar tan agradable! En el lago viven seres amables y risueños”.
Esta fábula ilustra de forma reveladora cómo nuestras relaciones con los demás están marcadas por nuestras ideas preconcebidas. La persona que ve a todo el mundo como una amenaza actúa con tal desconfianza y agresividad que provoca esas mismas actitudes por parte de los demás. En cambio, si mostramos una expectativa de bondad y colaboración, atraeremos a personas de ese mismo signo.

Para transformar nuestra existencia en algo mucho mejor no basta con modelar solo nuestra mente, confiándolo todo a la ley de la atracción. Ese cambio fundamental no producirá frutos si no lo acompañamos de la creación de nuevas circunstancias.

Tal como explicaba Álex Rovira al analizar las claves de su primer best seller: “Si ahora no tenemos buena suerte, tal vez sea porque las circunstancias son las mismas de siempre. Para que aparezca la buena suerte es conveniente crear nuevas circunstancias, y lo mejor para ello es fijarse en los errores. El error es la base del cambio, y eso es importantísimo. Charles Darwin, por ejemplo, siempre llevaba una libreta encima para anotar todo aquello que no le cuadraba. Sabía que, de lo contrario, el subconsciente haría que lo olvidara. Darwin entendió que inspirándose en el error podría conseguir su objetivo. De esta libreta salieron las ideas de su libro La evolución de las especies”.

LA LEY DE LA CORRESPONDENCIA
Dentro del libro El Kybalion, atribuido al misterioso maestro Hermes Trimegisto, hay un principio que reza: “Como es arriba es abajo, y como es abajo es arriba”. Puede entenderse de muchos modos, pero algunos autores lo interpretan como la relación entre la mente (arriba) y el mundo (abajo). De acuerdo con esta ley, nuestra mente es un espejo de lo que vivimos en la realidad exterior, y no solo porque almacenemos en ella nuestras experiencias. Lo que nos sucede también depende de lo que la mente espera encontrar, como la mujer en estado que de repente empieza a ver embarazadas por todas partes. Del mismo modo, según esta ley, si cambiamos nuestro pensamiento, cambiaremos también las experiencias que viviremos.

Además de optar por un enfoque positivo de la realidad, estando atentos a las oportunidades, si nos comunicamos y actuamos mejor, estaremos creando nuevas circunstancias que nos procurarán resultados más favorables.

Para aumentar la calidad de nuestra vida hemos de empezar cambiando el escenario de nuestros pensamientos y nuestros actos, en lugar de perder tiempo y energía señalando enemigos o tratando de cambiar a los demás.

Fuente del Artículo:elpais




La gente más productiva tiene estos 10 hábitos










Tim Ferriss, Barack Obama, Mark Zuckerberg… ¿te has preguntado alguna vez qué hábitos, costumbres o manías tienen para lograr ser tan productivos? Cada uno tiene su pequeño "secreto" o forma de actuar, y la web Life Hack nos lo desvela.

Fuente del Artículo: forbes.es

jueves, 27 de octubre de 2016

5 pasos de inteligencia emocional para controlar tu ira


No saber expresarse en la oficina es sinónimo de conflicto. Aquí te explicamos como la inteligencia emocional puede ayudarte a conocerte y... controlarte.

5 pasos de inteligencia emocional para controlar tu ira

03-12-2014
Por:Alejandro Medina

David es un joven excesivamente proactivo en su trabajo. Siempre obtiene los mejores resultados y tiene una gran visión a futuro, sin embargo, sufre de un gran problema: no sabe expresarse y siempre termina en conflicto con sus compañeros.

Esta situación ha escalado a tal grado que ya ni siquiera su equipo de trabajo se encuentra a gusto con él, y sus grandes capacidades están comenzando a verse opacadas por las constantes peleas que está teniendo en la oficina.

¿Tiene solución David? ¿De verdad sus pocas habilidades de comunicación pueden llevarlo de la punta más alta de la compañía hasta la puerta de salida?

Un problema de reacción
Quizá el mayor error que David ha cometido en esta etapa de su vida laboral, es no saber cómo comunicar sus molestias ante sus compañeros y sobre todo no saber reaccionar de forma positiva antes las críticas que pudieran realizar a su trabajo.

Este joven podría pensar que es el único que sufre por este tipo de cuestiones, sin embargo, este problema no sólo está en su sangre, que lo lleva a explotar, sino también en el torrente de decenas de trabajadores de las empresas en México.

El hecho de no saber expresar inconformidades es un mal bastante serio que afecta considerablemente los ambientes laborales de las compañías, es por eso que cuando se detecta debe ser tratado de la mejor manera posible para evitar que pueda convertirse en una enfermedad crónica.

Pero David no está del todo desprotegido, ya que existen una serie de habilidades englobadas en un termino sencillo que sin duda pueden llevarlo a evitar que este tipo de comportamientos sigan saliendo de su cuerpo y provocándole problemas.

Fortalece ya tu inteligencia emocional
Si bien cambiar de la noche a la mañana sería algo imposible, conocer a detalle lo que es la inteligencia emocional y poner en práctica sus preceptos, podría significar un avance increíble que lo llevaría incluso a volver a los primeros planos de su empresa.

La inteligencia emocional agrupa distintas habilidades psicológicas que permiten apreciar y expresar de manera equilibrada nuestras emociones, para entender a los demás y formar a partir de ahí nuestro comportamiento.

En su interior se encuentran cinco dimensiones que si se completan de forma adecuada nos permitirán comunicarnos de manera más efectiva con nuestros compañeros de trabajo y evitar esos conflictos que tanto daño hacen a nosotros y a las empresas en las que colaboramos y Katia Villafuerte Cardona, profesora del Tecnológico de Monterrey, campus Santa Fe, y especialista en Psicología Organizacional, las explica a detalle a AltoNivel.com.mx

Primera dimensión: Conócete a ti mismo
La primera meta que se tiene cumplir para terminar con esos terribles problemas de comunicación que tienen personas como David, es el conocimiento de sí mismos. ¿Utopía? ¿Quién se conoce a profundidad y totalmente? 

La experta se refiere a saber perfectamente cómo reaccionará tu cuerpo ante un momento complicado o de frustración y cuál es la actitud que tomarás directamente, sin pensar, para enfrentar este tipo de sucesos.

“Necesitamos saber perfectamente cuál es la reacción que adoptaremos en distintos escenarios de nuestro día a día, conocer por qué nos ‘hierve la sangre’ para poder, en una etapa posterior, atajar este tipo de problemas”, comenta Villafuerte.

Segunda dimensión: Aprende siempre a controlarte
Una vez que las personas ya conocen a detalle cómo es que su cuerpo se comporta, es hora de comenzar a establecer un plan personal para intentar contener la ira o molestias que se generan y poder mantener un contacto cordial con los compañeros de trabajo.

No se trata de decir siempre que sí a todo, sino de tratar de enfocar nuestros esfuerzos en no responder de forma agresiva, tratar de escuchar y contestar sin agredir a nuestros pares.

Los colaboradores de las empresas que sufren de este tipo de problema deben de ubicar perfectamente cuáles son sus fortalezas y debilidades para poner tener una mayor conciencia de sus capacidades.

Tercera dimensión: Encuentra tus metas y motívate
Consiste principalmente en enseñar a nuestro organismo a dirigir su comportamiento a cumplir con una meta. El hecho hará que nuestros objetivos se posiciones por encima de cualquier tipo de reacción negativa que nuestro cuerpo pueda tener.

“Si sabemos a dónde vamos podremos hacer las cosas con mayor optimismo y tendremos la mente cerrada a malas actitudes que puedan afectar nuestro desempeño”, señala Katia Villafuerte.

La motivación puede hacer que los colaboradores enfoquen completamente su energía en completar una determinada meta, cosa que los alejará de momentos que generen tensión.

Cuarta dimensión: Entiende y respeta a los demás
A diferencia de lo que pasa con las tres primera dimensiones de la inteligencia emocional, en este cuarto paso ya no dependen las cosas de uno mismo, sino que por primera vez también se requiere de involucrar al ambiente de trabajo.

“Este punto tiene como tarea principal el lograr la capacidad de reconocer, entender y ayudar a quien lo necesite, aunque sea distinto a mí”, explica la experta.

La idea es que la gente se de cuenta de que no debe ver las cosas únicamente desde su propia perspectiva, sino que existen siempre otras opiniones que tienen igualmente un origen importante para los demás.

Quinta dimensión: Influye en los otros con tus mensajes
Finalmente este proceso para mejorar la comunicación entre colaboradores, como es el caso de David, culmina con el desarrollo de capacidades que no se queden únicamente en el entender a los demás, sino incluso en influir en ellos.

Ya que la persona comprendió la importancia de saber debatir sus ideas sin mostrar enojo por los comentarios que le realicen, llegará la hora de convertirse incluso en catalizadores del cambio, impulsando estos pasos en otras personas que también los necesiten.

El objetivo de todo este proceso es tener claramente en la cabeza cómo se debe de mandar un mensaje, tomando como un valor importante la forma de ser de las personas, sus creencias y origen.

Si bien resulta sumamente difícil que las personas desarrollen todas estas dimensiones en un 100%, la idea es que las personas que las requieren a la brevedad, puedan practicarlas constantemente hasta lograr que los detonantes dejen de afectarnos y terminen con nuestra vida laboral.

¿Alguna vez haz explotado en tu trabajo? ¿Cómo haz hecho para evitar confrontarte con tus compañeros? ¿Cuáles son las razones que motivan el que la gente explote durante un diálogo?

Fuente del Artículo:www.altonivel

Cuando la inteligencia es una amenaza en la pareja


Cuando la inteligencia es una amenaza en la pareja

Por: 

¿Preferimos compartir nuestra vida sentimental con alguien más brillante socialmente que nosotros? Muchas mujeres parece que no tenemos demasiado problema en estar con una pareja más exitosa socialmente. Incluso, es un gran atractivo. Pero ¿y los hombres? Pues depende, depende de la seguridad en sí mismos que tengan. A algunos la inteligencia de una mujer les atrae y a otros les supone una amenaza aunque no lo reconozcan. En el primer grupo parece estar George Clooney, quien reconoce abiertamente que su esposa es más inteligente que él. O Juan Roig, presidente de Mercadona, quien dijo que pasó de ser un estudiante gris a un buen estudiante en la universidad gracias al talento de su futura pareja, Hortensia Herrero, a la que quería impresionar. Sin embargo, para otros la brillantez de la mujer es un peligro a la autoestima, como se observó en un curioso experimento de la psicóloga Lora Park y su equipo de la State University of New York en Buffalo.
Se pidió a un estudiante que hiciera un examen en matemáticas y en lenguaje. Cuando supo su nota, también conoció la que había obtenido una bella y atractiva compañera que estaba sentada en la mesa de al lado. Cuando él conseguía mejor resultado, se acercaba y comenzaba a mostrar interés romántico, es decir, “intentaba ligar” en términos de andar por casa. Sin embargo, “curiosamente” cuando su nota era inferior a la de su compañera, el pobre chico se mostraba poco interesado en ella e, incluso, llegaba a alejar su silla. Todo ello son reacciones no meditadas, porque el inconsciente protege la autoestima y esta también se refuerza en la comparación con el resto.
Tanto hombres como mujeres tenemos miedo a no sentirnos queridos, a que nos rechacen nuestras parejas o nuestro entorno. Para evitarlo, inconscientemente nos hemos construido un rol de lo que tenemos que ser: tengo que tener mucho éxito, he de ser muy guapa, muy buena madre o muy simpático. Cada cual tiene su propia “neura”, que se acentúa con el nivel de seguridad en uno mismo. Cuanto más inseguro sea un hombre, menos atracción sentirá por una mujer más brillante que él para formar pareja o más tenderá a bombardear sus éxitos con mil y unas excusas: minusvalorándolos, haciéndole sentir culpable o prefiriendo otro tipo de mujer para compartir su vida. Por eso, no es de extrañar que Sheryl Sandberg, directora de operaciones de Facebook y considerada una de las mujeres más poderosas del mundo, diga que una decisión crucial para una mujer que quiere ser directiva es saber escoger un marido que la apoye (por supuesto, esto también es viceversa).
¿Y qué hacer si sentimos que nuestra pareja tiene más éxito socialmente que nosotros? Lo primero de todo, las personas cambiamos. Uno a priori no sabe cuál va a ser el éxito que va a conseguir el otro. Por ello, si de repente el otro ha logrado un resultado extraordinario, hemos de comprender que la pareja es un equipo y mientras uno brilla en algo, el otro lo hace en otra cosa. Cuanto más cambie el término “yo” por “nosotros”, menos comparación existirá y más conseguirá reducir los conflictos internos, como demostró Rebecca Pinkus, psicóloga de la Universidad de Sydney.
Segundo, dentro la pareja no se ha de hacer constante automarketing de lo que se ha conseguido. Además de resultar aburrido, es poco práctico y un signo de falta de autoestima. No significa esconder los éxitos propios, sino poner en valor lo que el otro consigue… Además, tampoco hay darle demasiada importancia al éxito. Ya sabemos que es tremendamente pasajero.
Y tercero, rodearse de talento es un estímulo, como le ocurrió a Juan Roig. Por ello, si quieres tener éxito, busca personas que lo tengan, que sean ambiciosas y que trabajen para conseguirlo. No olvidemos: somos animales sociales, dependiendo de con quién estemos construiremos también nuestro carácter. Y una pareja es un gran estímulo y un gran reto para nosotros mismos.
Fuente del Artículo:elpais.com

sábado, 8 de octubre de 2016

Por qué es mejor no tener un jefe simpático





Un jefe mirando con una especie de lupa


Sydney Finkelstein
BBC Capital
15 septiembre 2016

Todo el mundo quiere tener un jefe que lo trate bien, que te respete a ti y a tu trabajo, te rete a ser mejor y desee verte desarrollándote como profesional y líder.
Sin embargo, hay demasiadas personas que ven a un jefe duro y llegan apresuradamente a la conclusión de que se trata de un tirano.
Y esto es lo que esas personas no entienden: sólo porque alguien es amable no quiere decir que sea un buen patrón.

He visto a muchos jefes que se ufanan de que son exigentes, pero en demasiados casos lo que quieren es ser apreciados por los empleados.

Además, quieren que se hable bien de ellos, que sus subordinados sean sus "amigos".
Ese tipo de jefe tiene miedo de fijar objetivos de rendimiento muy altos y de retar a su personal a cumplirlos y sobrepasarlos, porque cree que si lo hace su estima podría disminuir.

Como consecuencia baja sus expectativas, a veces sin darse cuenta. En esos casos, no es de extrañar que el rendimiento flaquee.
Exigencia y resultados
Algunos de los mejores líderes que he visto, ya sea en investigación o capacitación, van a su trabajo enfocados ferozmente en obtener resultados.

Steve Jobs
Después de todo, las grandes estrellas del mundo empresarial no llegaron a donde llegaron a fuerza de sonrisas.

A esos enormemente exitosos jefes no les importa mucho caer bien. Sus expectativas son impactantes y no negociables, y sus equipos lo saben.

Tomen el ejemplo del gurú inmobiliario Bill Sanders.

"Todo el mundo sabía que Bill exigía resultados", dice Ronald Blankenship, expresidente del fondo de inversiones inmobiliario Verde Realty y socio de Sanders desde hace mucho tiempo. "Si ibas a trabajar con él, tenías que estar preparado para hacer de eso tu foco principal".

Esos grandes líderes no tienen miedo de imponer su ley. No dudan ni por un solo instante.
Y, paradójicamente, su dureza, acompañada de su fidelidad a las visiones únicas e inspiradoras que profesan, muchas veces genera apreciación.

De hecho, producen algo más grande que una simple estima entre la mayoría de los empleados. Es un respeto profundo, lealtad, incluso amor.
Por supuesto, ser duro no significa ser ofensivo.

¿Tienes el "síndrome del jefe simpático"?

¿Cómo saber si has caído en el "síndrome del jefe simpático" o amable? Plantéate estas preguntas y lleva un registro de tus respuestas afirmativas.

¿Has cambiado en el último año tus expectativas por alguien más de una vez, luego de su fracaso en su intento por alcanzar los estándares que habías impuesto?

¿Has fallado en el último año en la tarea de hacer un seguimiento y castigar malas conductas?
¿A veces le das bonos o algunas compensaciones especiales a los empleados, incluso si no han cumplido sus objetivos, solo porque se "esforzaron"?

¿No fijas objetivos claros, significativos para los miembros de tu equipo? Los objetivos claros son específicos, medibles, y tienen plazo. No así los que son vagos.

¿Tiendes a reservarte comentarios negativos por temor a molestar o enajenar a alguien?

¿Al dar feedback negativo, notas que lo suavizas?

Un jefe rompiendo un papel que dice

¿Qué prefieres, un jefe simpático o uno que saque lo mejor de ti?

¿Te ven tus jefes o colegas gerentes como blando y excesivamente condescendiente?

¿Tienen las personas que trabajan para ti una tendencia a quedarse dormidos en sus laureles cuando logran algún éxito?

Si respondes afirmativamente a tres o más de esas preguntas, es posible que estés sufriendo del síndrome del jefe simpático.

¿Qué hacer?
Si ese es tu caso, es hora de que cambies tu forma de pensar si pretendes que se te respete, y no simplemente que caigas bien:
Lleva un "registro de expectativas", estableciendo perspectivas de rendimiento para cada miembro de tu personal, tus observaciones diarias en curso sobre su rendimiento y cualquier acción que has tomado para hacer cumplir esas expectativas.
En cada uno de tus informes, revisa los objetivos que fijaste. ¿Son lo suficientemente ambiciosos y agresivos? ¿Son claros y cuantificables? No los rebajes simplemente porque alguien no puede cumplir un objetivo.

¿Hay alguna forma de "ludificar" las expectativas de rendimiento y hacerlas públicas o transparentes entre tu equipo? Hacerlo puede fomentar una competencia más sana y hacer más difícil que eludas la necesidad de hacer rendir cuentas al personal.
Un jefe dando instruccionesImage 

Ensaya dar feedback negativo: evita emocionarte y limítate a los hechos. Advierte que ese comentario negativo se aproxima para que no sea una sorpresa. Concéntrate en cómo hacer las cosas mejor la próxima vez, en vez de simplemente criticar el pasado.

Puede que los jefes "agradables" o "buenos" se sientan bien consigo mismos, pero no consiguen resultados de la más alta calidad. Los jefes exigentes sí los logran.

Y si trabajas para un jefe amable, no te quedes demasiado contento y satisfecho con lo que estás haciendo y los resultados que estás obteniendo.

Si no estás mejorando en lo que haces, aprendiendo y desarrollándote en el proceso, no solo te vas a mantener en el mismo punto, sino que te estás quedando rezagado.

En el mundo empresarial moderno -donde la competencia puede llegar en cualquier momento de cualquiera y de cualquier parte- sólo lo suficiente no es la fórmula para tener éxito.

Fuente del Artículo: bbc.com

sábado, 1 de octubre de 2016

Aceptar las cosas como son



Un sufrimiento humano muy común es desear que las cosas sean distintas a como son
Sin renunciar al progreso, es necesario asumir que hay situaciones y personas que no cambian
El reto es aceptar lo que nos toca vivir y trabajar para restablecer el equilibrio

Por:FRANCESC MIRALLES

Aceptar las cosas como son

Una de las fuentes de sufrimiento más comunes en el ser humano es el deseo de que las cosas sean distintas a como realmente son. Cuando un país pasa por una grave crisis, la población mira atrás y desea que todo fuera como antes, un antes que en su momento no se valoraba porque parecía aburrido o bien había otras aspiraciones.

Lo mismo sucede con las relaciones interpersonales. Quien tiene por pareja a alguien silencioso desearía un carácter dicharachero, y este último pondrá de los nervios a quien convive con él un día tras otro. ¿Por qué anhelamos siempre lo que no tenemos?

Hay vida antes de la muerte; disfrútala” (Eduard Punset)

Nuestra forma de vida está tan basada en el cambio y el progreso, que a menudo valoramos negativamente la estabilidad sin saber cuál sería la alternativa.

La insatisfacción es lo que permite el progreso de la ciencia, las artes y todo lo que tiene que ver con la sociedad, pero cuando se vuelve crónica en nuestro día a día deja de ser un estímulo para teñir de negatividad nuestra vida.

PARA VER EL OTRO LADO
Aceptar las cosas como son

Aceptar las cosas como son
ILUSTRACIÓN DE ALBERTO VÁZQUEZ

UN LIBRO

– ‘Amar lo que es’, de Byron Katie (Urano).

Tras haber pensado en el suicidio, este libro traslada a ejemplos cotidianos el proceso de interrogación de la autora a través de un método denominado “el trabajo” para amar cada cosa y cada persona por lo que es y tal como es.

UNA PELÍCULA

– ‘El lado bueno de las cosas’, de David O. Russell.

Este filme trata de las segundas oportunidades. Su protagonista, tras pasar ocho meses encerrado por agredir al amante de su esposa, decide afrontar su vida y sus relaciones con una actitud positiva.

UN DISCO

– ‘Places’, de Lou Doillon (Barclay).

La hija de Jane Birkin ha grabado un álbum notable que gira en torno a la identidad, las dudas y la dificultad para encajar en el mundo. Destacan ‘Devil or angel’ y la irónica y conmovedora balada ‘Real smart’.

Hay personas que, instalados en la queja y la amargura, molestan a los demás –y a sí mismos– de forma totalmente estéril porque de nada sirve señalar lo que no funciona sin ofrecer soluciones.

Madame Bovary dio nombre a lo que el filósofo Jules de Gaultier denominaría “bovarismo”. Se trata de un estado de insatisfacción permanente a causa del desnivel entre las propias ilusiones y la realidad. Sin abogar tampoco por el conformismo, si nuestras aspiraciones se hallan siempre a gran distancia de lo que tenemos, jamás alcanzaremos la serenidad. Como el burro que persigue la zanahoria, podemos pasar la vida entera esperando “algo mejor” para descubrir al final que ya lo teníamos y no habíamos sabido verlo.

Los manuales de psicología han puesto de moda el verbo procrastinar, que significa postergar aquello que deberíamos hacer hoy. Un aplazamiento que también se produce en un nivel existencial. Muchas personas postergan la felicidad hasta que cambie la situación que están viviendo. Se convencen de que cuando encuentren un trabajo mejor o la pareja ideal, por poner dos ejemplos, se darán permiso para disfrutar de la vida. Sin embargo, este planteamiento tiene un fallo de origen y es que nada resulta como esperábamos una vez que lo conseguimos.

Lo que ocurre es que muchas personas cuando llega el momento tan largamente esperado o deseado sufren una desilusión; entonces fijamos nuevos objetivos esperando que una vez alcanzados llegue, esta vez sí, el premio definitivo. Sin embargo, esto no acostumbra a suceder, ya que más que insatisfacciones existen las personas insatisfechas.

 Del mismo modo que nos resulta difícil aceptar las cosas como son, también nos cuesta aceptar a los demás, ya que su forma de pensar y reaccionar nunca coincidirá con nuestras expectativas.

Al hacer un favor a un vecino, nos duele si no obtenemos el mismo trato por su parte cuando lo necesitamos. En el ámbito laboral, a menudo consideramos que los compañeros no cumplen con sus tareas, y el jefe o la jefa es un ser inútil que está dinamitando la empresa.

A veces debes conocer al otro realmente bien para darte cuenta de que sois dos extraños” (Mary Tyler Moore)

En esta clase de pensamientos está el punto de partida de la mayoría de conflictos interpersonales. Al esperar que los demás se comporten de determinada forma les estamos negando el derecho a su identidad. Además, al enfadarnos por estas diferencias obviamos algo muy importante: ser o actuar de modo distinto a nosotros no tiene por qué ser negativo.

Afortunadamente, cada persona tiene una combinación única de defectos y virtudes. Podemos aceptar su singularidad y sacar partido de las cosas buenas que nos ofrece o bien enrocarnos y señalar al otro como enemigo.

“A veces debes conocer al otro realmente bien para darte cuenta de que sois dos extraños” (Mary Tyler Moore)

En 2002, Byron Katie publicó un libro orientado a acabar con la insatisfacción personal: Amar lo que es. Basado en aceptar y reconocer el valor de lo que configura nuestro entorno, no se trata de resignarse a lo que hay, sino de amar nuestras circunstancias para mejorar desde ese punto de partida.

Esta autora norteamericana sostiene que “la realidad es siempre más amable que las historias que contamos sobre ella” y que cualquier enfado que tengamos con los demás es, en el fondo, algo de nosotros mismos que nos molesta. Por eso mismo desearíamos cambiarlos, porque resulta más fácil exigir la transformación del otro que la de uno mismo.

Convencida de que “lo que provoca nuestro sufrimiento no es el problema, sino lo que pensamos sobre el mismo”, en su best seller propone que la persona insatisfecha se entregue al “trabajo”, que empieza con estas dos fases:

1. Plasmar en el papel lo que no nos gusta. Tomar una situación o una persona que nos desagrada y especificamos quién o qué provoca nuestra tristeza, qué es lo que no nos gusta y cómo debería ser para que estuviéramos satisfechos.

2. Indagar en el problema a través de estas cuatro preguntas:

a) ¿Es eso verdad?

b) ¿Tienes la absoluta certeza de que eso es verdad?

c) ¿Cómo reaccionas al tener este pensamiento?

d) ¿Quién serías sin él?

Byron Katie sostiene que ante un pensamiento negativo solo tenemos dos opciones: o nos apegamos a él o indagamos para comprenderlo. Esa última actitud y una relación constructiva con nuestro entorno nos llevarán a un plano superior.

Señor, concédeme serenidad para aceptar lo que no puedo cambiar, valor para cambiar lo que sí puedo y sabiduría para reconocer la diferencia”
(Reinhold Niebuhr)

Una anécdota que se menciona en los talleres de superación personal tiene como protagonista a un violinista que en pleno concierto en Nueva York vio cómo se rompía una de las cuatro cuerdas de su violín. En lugar de detenerse, decidió adaptar la melodía a las otras tres cuerdas, algo realmente difícil con este instrumento. Cuando le preguntaron por qué había elegido esa opción, respondió: “Hay momentos en los que la tarea del artista es saber cuánto puede llegar a hacer con lo que le queda”.

Sin duda, la realidad nos pone a prueba y a menudo estamos expuestos a circunstancias indeseadas. La cuerda rota del violinista tiene su equivalente, en la vida cotidiana, en situaciones con mucho menos público, pero más dolorosas. En lugar de lamentar nuestra suerte, podemos preguntarnos qué es lo que nos queda y qué podemos hacer para restablecer el equilibrio en nuestra vida. Para que vuelva a sonar la música, no obstante, es necesario aceptar las cosas como nos ha tocado vivirlas, ya que son un reto y un aprendizaje. Al mismo tiempo, en lugar de buscar culpables, debemos aceptar a los demás y no fijarnos en su cuerda rota, sino en las otras tres que siguen sonando.

 Fuente del Artículo: elpais.com 

viernes, 16 de septiembre de 2016

Un mundo laboral tóxico (Trabajo-Conciliación)


Los centros de trabajo han obviado la transformación sufrida por la sociedad en las últimas décadas. No habrá competitividad si no se teje una red de asistencia

Un mundo laboral tóxico
LILLI CARRÉ THE NEW YORK TIMES


Para muchos estadounidenses, la vida se ha convertido en una competición permanente. Trabajadores de todo el espectro socioeconómico, desde camareras de hotel hasta cirujanos, cuentan cómo trabajan 12 y 16 horas diarias (muchas veces sin que les paguen las horas extra) y sufren ataques de ansiedad y agotamiento. Los expertos en salud pública han empezado a hablar de una epidemia de estrés.

Las personas capaces de competir y triunfar en esta cultura forman una franja cada vez más estrecha de la sociedad norteamericana: en general, jóvenes sanos y con el dinero suficiente para no tener que cuidar de sus familiares. Por supuesto, una empresa puede preferir a esas personas, como hacían antes todas las aseguradoras, y después pasarlas a otras empresas cuando tienen hijos o necesitan cuidar de sus padres. Pero este modelo de ganar a toda costa consolida una patología típicamente estadounidense que consiste en no dejar espacio a la atención y el cuidado. El resultado: desperdiciamos talento y vaciamos nuestra sociedad.

Para empezar, estamos perdiendo mujeres. Estados Unidos ha estimulado el talento de sus mujeres como pocos otros países; las chicas van por delante de los chicos en institutos, carreras universitarias y cursos de posgrado, y ahora están empezando a tener salarios iniciales más altos que ellos. Pero su número disminuye de forma sustancial a medida que suben de categoría, de más del 50% en los puestos más bajos a entre el 10% y el 20% en los puestos directivos. Muchas descubren, por desgracia, que el equilibrio trabajo-familia que al principio era controlable e incluso agradable deja de serlo, independientemente de la ambición, la confianza e incluso una pareja que comparta todas las tareas por igual.

Cada situación familiar es distinta; algunas mujeres pueden asumir con facilidad unas condiciones que otras, no. Pero muchas que empezaron con toda la ambición del mundo se encuentran en un lugar al que no esperaban llegar. No quieren dejar el trabajo; se quedan fuera por la negativa de sus jefes a facilitar el encaje de su vida familiar y su vida profesional. En su libro Opting Out? Why Women Really Quit Careers and Head Home (¿Abandono? Por qué dejan las mujeres sus carreras y se quedan en casa), la socióloga Pamela Stone lo llama una “decisión forzosa”. “El rechazo de las peticiones de trabajar a media jornada, los despidos y los traslados”, escribe, acaban expulsando a la mujer más ambiciosa del mercado laboral.

A una joven abogada de Virginia le ofrecieron un puesto en un departamento jurídico, y ella decidió que solo podía aceptar si le permitían trabajar un día a la semana desde casa para estar con sus dos hijos. Su jefe se negó. Otra mujer me escribió que aspiraba a un cargo directivo pero tenía un hijo de dos años en casa: “El dilema no se debe en absoluto a tener un niño pequeño: al fin y al cabo, da la impresión de que los ejecutivos varones tienen un ascenso que coincide con cada hijo que nace. El problema es que el trabajo se sigue circunscribiendo como algo que se hace ‘en una oficina’ y/o ‘entre las 8 de la mañana y las 6 de la tarde’. Todavía no me han dado ni una explicación razonable para insistir en que para hacer mi trabajo debo estar sentada en esta habitación de 1,40 metros cuadrados, a 32 kilómetros de mi casa”.

El problema se agudiza en el caso de los 42 millones de mujeres que viven al borde de la pobreza en Estados Unidos. No ir a trabajar porque un niño tiene una otitis, los colegios están cerrados por nieve o hay que llevar a un abuelo al médico pone su puesto de trabajo en peligro, y, si lo pierden, no pueden seguir cuidando como es debido de sus hijos —alrededor de 28 millones— ni de otros familiares que las necesitan. A menudo salen perjudicadas no solo de que haya poca flexibilidad sino también de que haya demasiada, porque muchos trabajos mal remunerados en el sector servicios han dejado de tener garantizado un número de horas a la semana.

Parece un problema femenino pero no lo es. El origen está en un entorno diseñado para la época de ‘Mad Men’

Parece un “problema de mujeres”, pero no lo es. Es un problema laboral, achacable a un sistema averiado y anticuado. Cuando los bufetes de abogados y las empresas pierden a mujeres de talento que no quieren una carrera rígida y ponen en tela de juicio los sistemas de ascensos consistentes en dar más importancia al número de horas trabajadas que a la calidad del trabajo, no es un problema de mujeres. Cuando la abundancia de empresas demasiado inflexibles hace que 42 millones de estadounidenses tengan que vivir cada día con el miedo de que un solo fallo les impida seguir cuidando de sus hijos, no es un problema de mujeres, sino de todos.

El problema está en el entorno laboral, o, mejor dicho, en un entorno laboral diseñado para la época de Mad men, para parejas en las que uno de los dos es el único que se dedica a ganar dinero y el otro es el único que se ocupa del indispensable cuidado de los hijos, los enfermos y discapacitados, los ancianos. Nuestras familias y nuestras responsabilidades ya no son como entonces, pero los centros de trabajo no se han adaptado a la realidad de nuestras vidas.

Irene Padavic, socióloga de la Universidad de Florida, Robin J. Ely, profesora de la Escuela de Negocios de Harvard, y Erin Rei, de la Escuela de Negocios de Boston University, recibieron el encargo de realizar un estudio detallado de una empresa consultora de tamaño medio y de ámbito mundial, cuya dirección pensaba que tenían un “problema de género”. La firma contaba con muy pocas mujeres en los niveles superiores: solo había un 10% de mujeres socias, frente a un 40% en los puestos de socias junior.

Después de su minucioso examen, las profesoras Padavic, Ely y Reid llegaron a la conclusión de que en los tres años anteriores se habían ido de la empresa igual número de hombres que de mujeres, un dato que contradecía la explicación de la dirección, que hablaba de que a las mujeres les costaba conjugar familia y trabajo. Algunos hombres se habían ido también debido a las largas jornadas; otros “sufrían en silencio o se las arreglaban”. El problema de recursos humanos de la firma no era de sexos, sino de exceso de trabajo.

Los directivos de la empresa rechazaron sus hallazgos. No les gustaba oír que debían cambiar toda su filosofía organizativa ni que estaban haciendo a los clientes promesas imposibles de cumplir o superfluas (por ejemplo, haciendo presentaciones de PowerPoint de un centenar de diapositivas, que el cliente no llegaba a utilizar). Querían oír que el problema era el conflicto de las mujeres entre trabajo y familia, un relato que les permitiera adoptar unas estrategias específicas para ayudar a las mujeres a trabajar a tiempo parcial, o a las órdenes de un mentor, o en redes de apoyo. Como decían con ironía Padavic, Ely y Reid para concluir, “necesitaban que unos analistas que trabajaban con pruebas rechazaran las pruebas ofrecidas”.

La existencia de una mala cultura laboral es problema de todos, tanto de los hombres como de las mujeres. Es perjudicial no solo para las madres que trabajan, sino para los padres también. Y para los hijos, hombres y mujeres, que trabajan y necesitan cuidar de sus padres. Para cualquiera que no tiene el lujo de contar con un familiar que está todo el día en casa y puede hacerse cargo de esas tareas.

Tomarse un permiso para cuidar a alguien no puede ser visto como un agujero en nuestra trayectoria profesional

Hay avances positivos. Los hombres están empezando a acogerse a permisos de paternidad y a asumir plenamente su papel. Según un estudio del Instituto de Familia y Trabajo estadounidense, solo un tercio de los hombres de la generación del milenio piensa que en las parejas deban ejercerse los papeles de género tradicionales. Algunas empresas tecnológicas que se disputan a los mejores profesionales están empezando a ofrecer permisos de paternidad más extensos; no por eso va a cambiar el centro de trabajo típico, pero es una señal de que las actitudes están cambiando.

Ahora bien, aunque hombres y mujeres unan sus fuerzas para exigir cambios en el entorno laboral, no podemos hacerlo solos, a título individual, tratando de organizar nuestra vida mientras jefes y empleados intentan dejar un hueco a esas necesidades. Siempre habrá otra empresa rival capaz de bajar los precios a base de exigir más a sus trabajadores, hasta que los quema y los despide cuando no pueden más. Para que el país sea verdaderamente competitivo, vamos a tener que emular a otros países industrializados y construir una infraestructura de asistencia. Antes la teníamos: se llamaba “la mujer en casa”. Pero ahora que el 57% de esas mujeres trabajan fuera del hogar, la red se ha derrumbado y no va a volver.

Para apoyar la atención y los cuidados igual que apoyamos la competitividad, necesitaremos combinar varios de estos elementos: una atención de calidad y asequible a niños y ancianos; permiso remunerado por motivos familiares y médicos para hombres y mujeres; el derecho a pedir medias jornadas o un horario flexible; una inversión en educación temprana comparable a nuestra inversión en educación primaria y secundaria; protección laboral total para las trabajadoras embarazadas; salarios más altos y formación para los cuidadores profesionales; estructuras comunitarias de apoyo para que los ancianos puedan vivir más tiempo en su propio hogar; y una reforma de los horarios de la escuela primaria y secundaria en consonancia con una economía digital, y no una economía agraria.

Estas ideas no son tan absurdas como parecen. El presidente Obama ha incluido propuestas para ampliar el acceso a la atención infantil de calidad y asequible en su presupuesto para 2016. Hillary Clinton propone ofrecer una base a las familias trabajadoras que incluya la atención infantil, y lo ha convertido en una de las prioridades de su campaña. Uno de los pocos Estados que tiene permiso familiar remunerado (los trabajadores pagan el coste con un pequeño aumento de su impuesto sobre la renta del trabajo) es Nueva Jersey, con un gobernador republicano, Chris Christie.

Los senadores republicanos han presentado un proyecto de ley que permitiría a los empresarios ofrecer a sus empleados horas de permiso remuneradas en lugar de horas extra; algunas encuestas muestran que una mayoría de las mujeres que votan al Partido Republicano están a favor de esa modificación. Ahora que los miembros del baby boom están cumpliendo años, vamos a encontrarnos con todo un grupo de electores interesados en facilitar la atención y el cuidado, a ambos lados del espectro político.

Tomarse un permiso para cuidar de alguien —hijos o padres— no puede ser un agujero negro en nuestra trayectoria profesional

Pero los cambios en nuestros centros de trabajo y en la política en general dependen además de una transformación cultural: debemos modificar nuestra forma de pensar y hablar, los criterios para otorgar prestigio a alguien. Si diéramos a la asistencia la importancia que tiene, no pensaríamos que tomarse un permiso para cuidar de alguien —de los hijos, de los padres, del cónyuge, de un hermano o de cualquier otro miembro de nuestra familia de sangre o social— es un agujero negro en nuestra trayectoria profesional. Lo consideraríamos una actividad valiosa desde el punto de vista social, personal y profesional. Los hombres que se ocupan de la atención nos parecerían modelos tan encomiables como las mujeres que salen a trabajar. Pensaríamos que ocuparse de los hijos es tan importante como administrar el dinero.

Es imposible, ¿verdad? Sin embargo, yo crecí en una sociedad en la que mi madre distribuía vasitos con cigarrillos en la mesa cuando daba una cena, los blancos y los negros tenían que usar aseos separados y prácticamente todo el mundo aseguraba ser heterosexual. Parece de otra época, pero no soy tan vieja. Nuestro mundo ha cambiado en los últimos 50 años, mucho y para mejor desde la perspectiva de los afroamericanos, la comunidad LGBT y las familias que han perdido a algún miembro por el cáncer de pulmón. Dada la magnitud de esa transformación, piensen en lo mucho que todavía podemos hacer.

Podemos luchar, todos juntos, para defender la atención y los cuidados. Hasta que no lo hagamos, los hombres y las mujeres nunca serán iguales, no podrán serlo mientras los dos sean responsables de ganar dinero pero las mujeres sean las únicas responsables de cuidar de los demás. Es posible que, con el sistema actual, algunos estadounidenses salgan ganando, pero Estados Unidos nunca será un país tan competitivo como debería. Si no hacemos algo, nuestras familias y comunidades, la base que nos permite prosperar, acabarán por marchitarse. El movimiento feminista nos dio a muchas el derecho a competir en términos de igualdad; ha llegado la hora de exigir ese mismo derecho a cuidar de la familia.

Anne-Marie Slaughter fue directora de planificación del Departamento de Estado estadounidense entre 2009 y 2011. Dejó su puesto para volver a su trabajo como profesora en Princeton para estar más cerca de su familia. Es autora de Unfinished Business: Women Men Work Family, recién publicado en EE UU, del que está extraído y adaptado este artículo.

© 2015 New York Times News Service.

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.

Fuente del Artículo: elpais

¿Eres el jefe? No hagas estas cosas si quieres conservar a tus mejores empleados





Es increíble cómo la mayoría de jefes se quejan al ver cómo sus mejores trabajadores se marchan. Y, aunque sus razones tienen para lamentarse – pocas cosas existen tan costosas para una empresa como un empleado sobresaliente saliendo por la puerta -, lo hacen con total ausencia de autocrítica. Normalmente las personas no dejan trabajos, sino malos jefes. El primer paso para evitarlo es conocer las nueve peores cosas que puede hacer un manager si quiere conservar a ese empleado con talento, y nosotros te las contamos en la siguiente fotogalería.

Por : Redacción



Fuente del Artículo: forbes.es