martes, 23 de julio de 2013

Reflexión. Cuando Me Amé de Verdad


Cuando me amé de verdad, comprendí que en cualquier circunstancia, yo estaba en el lugar correcto y en el momento preciso. Y, entonces, pude relajarme.. Hoy sé que eso tiene nombre… autoestima.

Cuando me amé de verdad, pude percibir que mi angustia y mi sufrimiento emocional, no son sino señales de que voy contra mis propias verdades. Hoy sé que eso es… autenticidad.

Cuando me amé de verdad, dejé de desear que mi vida fuera diferente, y comencé a ver que todo lo que acontece contribuye a mi crecimiento. Hoy sé que eso se llama… madurez.

Cuando me amé de verdad, comencé a comprender por qué es ofensivo tratar de forzar una situación o a una persona, solo para alcanzar aquello que deseo, aún sabiendo que no es el momento o que la persona (tal vez yo mismo) no está preparada. Hoy sé que el nombre de eso es… respeto.

Cuando me amé de verdad, comencé a librarme de todo lo que no fuese saludable: personas y situaciones, todo y cualquier cosa que me empujara hacia abajo. Al principio, mi razón llamó egoísmo a esa actitud. Hoy sé que se llama… amor hacia uno mismo.

Cuando me amé de verdad, dejé de preocuparme por no tener tiempo libre y desistí de hacer grandes planes, abandoné los mega-proyectos de futuro. Hoy hago lo que encuentro correcto, lo que me gusta, cuando quiero y a mi propio ritmo. Hoy sé, que eso es… simplicidad.
 


Cuando me amé de verdad, desistí de querer tener siempre la razón y, con eso, erré muchas menos veces. Así descubrí la… humildad.
 


Cuando me amé de verdad, desistí de quedar reviviendo el pasado y de preocuparme por el futuro. Ahora, me mantengo en el presente, que es donde la vida acontece. Hoy vivo un día a la vez. Y eso se llama… plenitud.
 
Cuando me amé de verdad, comprendí que mi mente puede atormentarme y decepcionarme. Pero cuando yo la coloco al servicio de mi corazón, es una valiosa aliada. Y esto es… saber vivir!

No debemos tener miedo de cuestionarnos… Hasta los planetas chocan y del caos nacen las estrellas.
 
Charles Chaplin

domingo, 21 de julio de 2013

Freses sobre Comunicación







La duda es el principio de la sabiduría.
Aristóteles


En una hora de juego se puede descubrir más acerca de una persona que en un año de conversación.
Platón


Dime y lo olvido, enséñame y lo recuerdo, involúcrame y los aprendo.
Benjamín Franklin


Observa, escucha, calle, juzga poco y pregunta mucho.
August Graft


Hay tres cosas que nunca vuelven atrás: la palabra pronunciada, la flecha lanzada y la oportunidad perdida.
Proverbio Chino


Cuando hablas; procura que tus palabras sean mejores que el silencio.
Proverbio Indio


El que sabe pensar, pero no sabe expresar lo que piensa, está en el mismo nivel que el que no sabe pensar.
Pericles


Los enemigos más encarnizados de nuestras ideas son aquellos que no las entiendes.
Albert Einstein


Lo que causa problemas no es tanto lo que la gente ignora, como lo que saben y no es verdad.
Mark Twain




Técnicas para una Comunicación Asertiva

 
 

Llevar una conversación madura y respetuosa sin perder el foco en nuestros intereses es complicado pero existen algunas técnicas o trucos que permiten salir de algunas situaciones donde mantener la calma puede ser complicado. Hay que evitar la pasividad y la agresividad.
Seguramente reconocerán algunas de ellas pues pueden surgir de manera espontánea cuando intentamos defendernos manteniendo la calma y el tipo.
Rendición simulada: consiste en mostrarnos de acuerdo con los argumentos del interlocutor pero sin cambiar la postura. Puede parecer que cedemos pero solo cogemos impulso. Es útil en negociaciones de todo tipo. Ejemplo: “Entiendo lo que dices y puede que tengas razón pero deberíamos buscar otros enfoques”.

Ironía asertiva: ante una crítica agresiva o fuera de tono no debemos igualar el nuestro al del emisor. En su lugar podemos buscar maneras de responder sin dejar nuestra postura calmada. Puede ser una salida asertiva a un conflicto en el que simplemente no queremos vernos involucrados. Ejemplo: “hombre, muchas gracias”.
Movimientos en la niebla: tras escuchar los argumentos de la otra persona podemos buscar la empatía aceptándolos pero agregando lo que defendemos. Es parecido a la rendición simulada pero sin ceder terreno. Ejemplo: “Entiendo lo que dices pero así viene estipulado en el convenio”.

Pregunta asertiva: en ocasiones es necesario iniciar una crítica para lograr la información que queremos obtener para luego utilizar la respuesta en nuestra argumentación. Ejemplo “dice que no le convence el producto pero ¿qué es lo que no le gusta exactamente?”
Acuerdo asertivo: en ocasiones tenemos que admitir los errores pues hacer lo contrario solo empeoraría las cosas. En este caso se puede procurar alejar ese error de nuestra personalidad. Ejemplo: “si, empecé la reunión algo tarde pero suelo ser bastante puntual”.

Ignorar: al igual que la ironía asertiva, es una herramienta a utilizar en caso de interlocutores “violentos” o alterados. En este caso se procura retrasar la conversación para otro momento donde ambos estén en buena predisposición para el diálogo. Ejemplo: “creo que ahora estás un poco alterado. Lo mejor es que te tranquilices y hablemos cuando estés calmado”.
Romper el proceso de diálogo: cuando se quiere cortar una conversación se puede utilizar la comunicación breve para mostrar desacuerdo, desinterés, etc… Como se suele decir: “a buen entendedor pocas palabras bastan”. La utilidad de esto radica en esos momentos en los que tenemos prioridades distintas y queremos expresar que no es el mejor momento para la conversación. Ejemplo: “no pinta mal”, “si”, “quizás”, “si no te importa hablamos luego”.

Disco rayado: no tiene por qué significar que tengamos que repetir la misma frase, lo cual es de poca educación. Me refiero a repetir nuestro argumento tranquilamente y sin dejarnos despistar por asuntos poco relevantes. Ejemplo: “si, pero lo que yo digo es…”, “entiendo, pero creo que lo que necesitamos es…”, “la idea está bien pero yo pienso que…”
Manteniendo espacios: cuando uno da la mano no es raro que te cojan el brazo. En estos casos hay que delimitar muy claramente hasta dónde llega un punto negociado. Ejemplo: “sí, puedes utilizar la sala de reuniones pero para coger el proyector primero debes hablarlo con administración”.

Aplazamiento: en una reunión es buena idea llevar un papel o cuaderno donde tomar notas. En este caso podremos anotar consultas o críticas para abordarlas en otro momento y así no alejarnos del objetivo del momento. Ejemplo “tomo nota para hablarlo en la próxima reunión”.
Para muchas personas es cuestión de aplicar el sentido común pero otras deben esforzarse en aplicar estar técnicas dadas las dificultades que se plantean en una negociación o simplemente en el día a día de un puesto de responsabilidad donde los problemas se presentan constantemente.

Cuento. El Problema

Un gran maestro y un guardián compartían la administración de un monasterio zen. Cierto día el guardián murió, y había que sustituirlo. El gran maestro reunió a todos sus discípulos para escoger a quien tendría ese honor. “Voy a presentarles un problema —dijo—. Aquel que lo resuelva primero será el nuevo guardián del templo”.

Trajo al centro de la sala un banco, puso sobre este un enorme y hermoso florero de porcelana con una hermosa rosa roja y señaló: “Este es el problema”.

Los discípulos contemplaban perplejos lo que veían: los diseños sofisticados y raros de la porcelana, la frescura y elegancia de la flor... ¿Qué representaba aquello? ¿Qué hacer? ¿Cuál era el enigma? Todos estaban paralizados. Después de algunos minutos, un alumno se levantó, miró al maestro y a los demás discípulos, caminó hacia el florero con determinación y lo tiró al suelo.
“Usted es el nuevo guardián —le dijo el gran maestro, y explicó—: Yo fui muy claro, les dije que estaban delante de un problema. No importa qué tan bellos y fascinantes sean, los problemas tienen que ser resueltos. Puede tratarse de un florero de porcelana muy raro, un bello amor que ya no tiene sentido, un camino que debemos abandonar pero que insistimos en recorrer porque nos trae comodidades.

Sólo existe una forma de lidiar con los problemas: atacarlos de frente. En esos momentos no podemos tener piedad, ni dejarnos tentar por el lado fascinante que cualquier conflicto llevan consigo”.
Los problemas tienen un raro efecto sobre la mayoría de nosotros: nos gusta contemplarlos, analizarlos, darles vuelta, comentarlos... Sucede con frecuencia que comparamos nuestros problemas con los de los demás y decimos: “Su problema no es nada... ¡espere a que le cuente el mío!” Se ha dado en llamar “parálisis por análisis” a este proceso de contemplación e inacción. ¡Busca la solución!

¿Que es la Procrastinación?



La procrastinación (del latín: pro, adelante, y crastinus, referente al futuro), postergación o posposición es la acción o hábito de postergar actividades o situaciones que deben atenderse, sustituyéndolas por otras situaciones más irrelevantes y agradables.

Se trata de un trastorno del comportamiento que tiene su raíz en la asociación de la acción a realizar con el cambio, el dolor o la incomodidad (estrés). Éste puede ser psicológico (en la forma de ansiedad o frustración), físico (como el que se experimenta durante actos que requieren trabajo fuerte o ejercicio vigoroso) o intelectual. El término se aplica comúnmente al sentido de ansiedad generado ante una tarea pendiente de concluir. El acto que se pospone puede ser percibido como abrumador, desafiante, inquietante, peligroso, difícil, tedioso o aburrido, es decir, estresante, por lo cual se autojustifica posponerlo a un futuro sine die (1) idealizado, en que lo importante es supeditado a lo urgente.

También puede ser un síntoma de algún trastorno psicológico, como depresión o TDAH (trastorno por déficit de atención con hiperactividad).

Características

La procrastinación como síndrome que evade responsabilizarse posponiendo tareas a realizar puede llevar al individuo a refugiarse en actividades ajenas a su cometido. La costumbre de posponer, si bien no se ha demostrado cabalmente, puede generar dependencia de diversos elementos externos, tales como navegar en Internet, leer libros, salir de compras, comer compulsivamente o dejarse absorber en exceso por la rutina laboral, entre otras, como pretexto para evadir alguna responsabilidad, acción o decisión.

Este problema de salud no necesariamente está ligado a la depresión o a la baja autoestima. El perfeccionismo extremo o el miedo al fracaso también son factores para posponer, como por ejemplo al no atender una llamada o una cita donde se espera llegar a una decisión.

Existen dos tipos de individuos que ejecutan esta acción:
  • Procrastinadores eventuales, cuya actitud evasiva no se repite habitualmente.
  • Procrastinadores crónicos, cuya conducta evasiva es constante y repetida en el tiempo.

Los segundos son los que comúnmente denotan trastornos en los comportamientos antes mencionados. Algunos autores afirman que existen en la actualidad conductas adictivas que contribuyen a este trastorno de evasión: se refieren, por ejemplo, a las adicciones que, según algunos expertos, existen a:
  • La televisión
  • La computadora u ordenador, y más concretamente a Internet.
  • Al sexo, sobre todo a través de Internet.
Otros autores afirman que tales adicciones no existen; no obstante, pese a que ya hay propuestas de tratamiento para este tipo de problemas conductuales (terapia cognitivo-conductual, sobre todo, que incluye, por ejemplo, la aplicación de opciones en la propia computadora para bloquear voluntariamente el acceso a las páginas de pornografía), se trata de un tema muy nuevo, en el que aún hace falta realizar mucho trabajo de investigación.

Por otra parte, el llamado "síndrome del estudiante" (el hecho de que muchos estudiantes pospongan la entrega de sus trabajos hasta el último minuto del día de la fecha límite o el estudio hasta el día antes del examen) está presente, al parecer, también en otros grupos sociales: en las temporadas en las que se acerca la fecha límite para pagar los impuestos (para presentar las declaraciones mensuales o anuales), las oficinas donde se llevan a cabo esos trámites (los bancos, por ejemplo) se saturan de personas que asisten a realizar ese trámite sólo hasta el último momento. Asimismo, es una conducta procastinativa la que consiste en coleccionar muchas opciones como excusa para no decidirse por ninguna en concreto.
 

La procrastinación, en particular, es un problema de autorregulación y de organización del tiempo. Su solución consistiría, entre otras cosas, en lograr una adecuada organización del tiempo, concentrándose en realizar las tareas importantes que tienen un plazo de finalización más cercano. Quien pospone o procrastina una decisión, por no sentirse preparado -esperando que todo se resuelva por sí solo- suele aducir que lo hará después «... en cuanto tenga tiempo», con lo que está presentando, en el fondo, una conducta evasiva.
 
1 Sine die (Lit. Sin día) es una locución latina que significa "sin plazo, sin fecha" y es muy usada en Derecho y Administración para decir que algo se pospone indefinidamente. Normalmente se usa como predicado en expresiones que indican referencia o aplazamiento.
Fuente Wikipedia

 
 
 
 

miércoles, 17 de julio de 2013

¡El Billete! Cuento, una Enseñanza de Vida






 - Un profesor enseña un billete de $100 a sus alumnos y les dice: "¿A quién le gustaría tener este billete?" todos los alumnos levantan la Mano.
Él arruga el billete y les pregunta de nuevo: "Ahora, ¿quién lo quiere?" Las manos suben de nuevo.
Él lanza el billete arrugado en el suelo, lo pisa y vuelve a preguntar: "¿Aún lo quieren?”
Los alumnos responden que sí y levantan la mano.
Entonces los miró y les dijo:
"Amigos míos, ustedes han aprendido una lección muy importante el día de hoy: Aunque he arrugado el billete, lo he tirado y lo he pisoteado ustedes quieren todavía el billete, porque su valor no ha cambiado, sigue con un valor de $100.
Muchas veces en la vida, te ofenden, personas te rechazan y los acontecimientos te sacuden. Sientes que ya no vales nada, pero TU VALOR no cambiará NUNCA para la gente que realmente te quiere. Incluso en los días en que estés en tu peor momento, TU VALOR SIGUE SIENDO LO MISMO".
Los alumnos aplaudieron emocionados...
No dudes nunca de tu valor... Siempre valdrás mucho para las personas que te quieren. NUNCA pero NUNCA valdrás menos, aunque así lo sientas.

¡Alarma! Gente tóxica





Están ahí. A su alrededor. En su oficina, en su grupo de amigos, incluso en su familia. Difíciles de identificar al inicio, se ganan nuestra confianza con gran argucia y, una vez en relación directa con nosotros, empiezan a soltar gradualmente sus dosis de odio, celos, envidias, arrogancia, chantaje emocional... Son hombres y mujeres que parecen normales, pero que pueden arruinarnos la vida. La psicóloga estadounidense Lillian Glass los define como «gente tóxica», un concepto que ha vertido en varios libros convertidos ya en superventas, y los ha clasificado en diez categorías. En esta época de crisis y zozobra laboral son aún más perniciosos. Le ayudamos a identificarlos... y a combatirlos.

El sociópata. Si lo reconoce a tiempo, huya. Sin dudarlo. Es el más peligroso de los seres tóxicos. De entrada cae excelentemente, regalándonos el oído, pero miente sin pestañear para conseguir lo que quiere. Carece de escrúpulos, es incapaz de asumir responsabilidades, y los sentimientos y derechos de los demás no le interesan lo más mínimo. Ni el sentido común: si le conviene, no duda en contradecirse. Su palabra favorita es 'yo'; es engreído y se jacta de todo. ¿El mejor modo de reconocerlo? Mire bien su rostro; no mueve un músculo, no expresa emociones. Y es que no las siente en absoluto. Por eso, su mejor defensa no se lo piense dos veces es una huida inmediata.

El mediocre. La desidia y el pasotismo son muy contagiosos. De ahí la importancia de mantener la guardia en alto ante esta categoría de individuos tóxicos. Pese a que no suelen hacer daño más que a ellos mismos, los mediocres pueden envenenar también a las personas más abiertas y vitales si logran convencerlas para ver la vida desde su punto de vista. Su toxicidad puede lograr incluso que uno acabe yendo a trabajar cada vez más desmotivado, en una burbuja de depresión. ¿La solución? Recordar siempre que la elección de nuestros compañeros de ruta depende solo de nosotros.

El arrogante presuntuoso. Soberbios, vanidosos y pedantes, los tóxicos de esta especie están convencidos de estar siempre en lo cierto y de tomar, sin margen de error, las mejores decisiones. Si no ganan, empatan. ¿Perder? Jamás. Siempre tienen preparada una respuesta, sobre cualquier tema, hasta el punto de memorizar grandes frases para soltarlas en el momento adecuado y parecer mejores que los demás. Desde luego, reciben las opiniones ajenas con suficiencia. « ¿Estás realmente seguro?» es su frase típica. Déspotas intelectuales, aman pontificar, y cualquier medio es bueno para mantener viva la atención de los otros, porque  nadie lo dude solo sus opiniones importan. Si les toca escuchar, suspiran, hacen gestos, muecas, expresando que también sobre eso tienen una opinión; y, desde luego, mejor. En el trabajo intentan convencer a todos de que son indispensables, pero el creerse perfectos los hace equivocarse con frecuencia. Alentados por su errada autopercepción, se hacen daño ellos solos: un buen grado de autoestima es indispensable, pero tener más de la cuenta los vuelve ciegos ante sus errores. Hasta que un día “ven”, aunque no lo confiesen. Pero suele ser demasiado tarde.

El victimista. Convencido de que el mundo es un lugar terrible, y está en su contra, transpira negatividad por cada poro, regodeándose con su mala suerte pero sin hacer nada para cambiar las cosas ni su propia situación. Su resentimiento contra todo es tan intenso que contagia con su pesimismo a quien lo escucha. Aunque lo peor de sus dotes es una enorme habilidad para que los demás nos sintamos culpables de su situación desesperada.

El humillador. Es uno de los tóxicos más odiosos y temibles. Goza rebajando a sus víctimas hasta desequilibrarlas emocionalmente. Encuentra auténtico placer en ello. Finge ser nuestro amigo y querer ayudarnos, pero en verdad solo recaba datos sobre nuestros defectos para dejarnos mal a los ojos de los demás. Jamás se quita la máscara, a menos que alcance una posición de ventaja sobre nosotros. Entonces sí, no duda en llegar incluso al insulto explícito y la humillación directa. A un tóxico de este calibre hay que vigilarlo con atención: sus continuos “recaditos” pueden crearnos un sentido de inferioridad que nos pondría aún más en sus manos; si logra condicionar nuestra vida con sus actitudes, podríamos llegar incluso a convencernos de que lo hace por nuestro bien.

El envidioso. No le cabe en la cabeza que los demás triunfen por haberse sacrificado o haber trabajado con tesón y talento, y está siempre rumiando sobre lo que los otros tienen y él no. Siembra cizaña en forma de cotilleos llenos de malicia, rumores y críticas infundadas. En su versión más radical, busca directamente destruir a quienes envidia maltratándolos verbalmente y rebajando todos sus logros ante quienes los valoran. Para él, quien se mantiene en forma yendo al gimnasio no es más que un narcisista con la cabeza hueca; quien asciende, una pelota de los jefes o una ligera de cascos, y así sucesivamente. En el fondo, sin embargo, quien más sufre es precisamente él, que desea ante todo lo que nunca tiene. Y conseguirlo no resuelve su conflicto.

El agresivo verbal. Su primer objetivo es hacernos sentir débiles e ineptos. Ofensivo e intimidatorio, incluso su cara, cuando se enciende, resulta belicosa, igual que su tono de voz, siempre atronador. Su violencia psíquica puede dejarnos una huella no menor que la de un maltrato físico. Intentar razonar con ellos es perder el tiempo: aunque un día exaltasen nuestra inteligencia, al día siguiente cuando más tranquilos nos encontremos podrían lanzarnos la pulla más brutal. ¿Consuelo? Estos seres tóxicos no saben entablar relaciones duraderas y terminan solas, abandonadas por todos quienes habían entrado en relación con ellos.

El jefe autoritario. En términos laborales, todo jefe tiene el derecho a decirnos qué espera de nosotros y a notar incluso nuestro desempeño. Pero, claro... ¿qué ocurre cuando, como sucede en no pocos casos, nuestro superior se vuelve un déspota que goza imponiendo su voluntad y necesita constantemente sentirse legitimado a base de humillar a quienes trabajan para él? En ese momento se convierte, sin escalas, en un ser tóxico. Este tipo de personajes autoritarios mantienen el control atemorizando e insultando incluso al personal, hasta el punto de convertir en una insoportable carga lo que habría podido ser un proyecto interesante en el que implicarse. A menudo, estas personas autoritarias no se revelan como tales hasta que, por fin, obtienen el ansiado cargo directivo; un momento antes su toxicidad era insospechable. En los casos más extremos odian a quienes consideran inferiores y boicotean a los que destacan: nunca soportarían ser superados por un subordinado. Su afán de control es tal que llegan a inmiscuirse en el tiempo libre de sus empleados. ¿La mejor defensa? La ley, que ya reconoce el delito de “mobbing”.

El cotilla Maldiciente. Es un especialista en crear mal rollo en el trabajo sin ningún remordimiento. Sus indiscreciones pueden comprometer a sus colegas más competentes, y todo sin el menor provecho para él, que se realiza solo con ser escuchado y ver que sus versiones cuelan. Nada ambiciona más que saberlo todo de todos, y si no lo sabe, exagera lo que cree saber o se lo inventa directamente, en lo que es un auténtico talento. ¿Su secreto? Hacer creíbles sus fábulas a partir de una enorme cantidad de detalles conocidos o, en todo caso, coherentes. Nuestra única defensa ante él es mantenernos a distancia y no contarle jamás nada. En cualquier caso, cabe recordar que casi todos participamos alguna vez en la propagación de cotilleos, siquiera para comentarlos. Es útil un poco de autocrítica para no volvernos tóxicos a nuestra vez.

El neurótico. A muchos tóxicos podría calificárselos de 'malos', pero no a los neuróticos, que perjudican tanto a los demás como a sí mismos. Y, aunque pueden causar mal, no suelen tener maldad. Viven poniéndose metas inalcanzables y, si somos sus socios, esperarán lo mismo de nosotros. Su perfeccionismo se convierte casi siempre en manía y quieren controlarlo todo, incluyéndonos, desde luego, hasta el punto de recurrir las veces que hagan falta al chantaje emocional. Pero no son malos; al contrario, quisieran gustar a todo el mundo de un modo casi infantil. Fantasiosos y autosuficientes, no escuchan consejos, pero están más que dispuestos a prodigar su ayuda “a todos”. Entre ellos, los peores son los supertóxicos castradores, los que nos ayudan solo para poder decirnos alguna vez: «Con todo lo que he hecho por ti, ¿y me lo pagas así?».




martes, 2 de julio de 2013

La Segunda Prioridad Siempre Mata a la Primera


“La segunda prioridad mata siempre a la primera…salvo que forme parte de ella”.

Un mundo feliz es aquel en el que las personas ven diferentes acciones como caminos paralelos y compatibles. Importa más el camino que saber hacia dónde llevará. En este mundo, cabe todo. El mundo feliz es ordenado y pacífico. En él los días son de veinticuatro horas y hay tiempo de todo.
El mundo real, por el contrario, es aquel donde habrá que elegir, si queremos conseguir cosas. En éste mundo, dar por hecho que se puede ser eficaz y no molestar a nadie tiene algo de utopía. No todo cabe y hay caminos que no llevan a ninguna parte. Es conflictivo. Las acciones se atropellan, las personas se cansan y un día tiene de seis a catorce horas, según la edad o salud del individuo.

Un fenómeno social en auge es pretenderlo todo. Se tiene muchos objetivos. Aquellos que conocen por experiencia o por intuición el mundo real no son así. Tienen prioridades.

La diferencia es fundamental. El primero solo responde a la pregunta de ¿Qué quiero hacer? En cambio el segundo responde a dos preguntas: ¿Qué quiero hacer? y ¿de qué he de prescindir?

Para el primero alcanzar el objetivo es gratis, el segundo, no obstante, reconoce que tendrá que pagar un precio. El coste de hacer una cosa es abandonar otra.

A partir de aquí el autor llega a su lista de conclusiones de aplicación inmediata:

1. La prioridad se debe lograr en su totalidad. No podamos quedarnos a medias.

2. Cuando tengamos varias prioridades, hemos de plantearnos si se pueden o no incluir como parte de la prioridad principal; esto es, si se  pueden satisfacer de camino a la prioridad principal a coste razonable y en tiempo prudencial.

3. Si no se cumple el punto anterior, es porque son incompatibles por razones de propósito, de coste o de plazos.

4. Las incompatibilidades por razones de propósito, hay que descartarlas por definición. Las incompatibilidades por razones de coste a veces se podrán asumir si el precio se puede pagar. Las incompatibilidades por razones de plazo suelen ser intocables y si no se descartan suelen llevar a un cambio de prioridad (Babalum: un cambio muchas veces no reconocido de forma explícita).
5. La forma de identificar segundas prioridades es fácil, ya que de por sí no consiguen el objetivo.

6. Tener terceras o cuartas prioridades es frecuente y se corresponde con una concepción del mundo feliz, pero producen confusión y no llevan a ninguna parte.
 
Colaboración del Asesor: Lic. Alberto Burgos Luengas